Votar o no votar: he allí la pregunta (parlamento a ser recitado con el cráneo de Bolívar entre las manos)

El 26 de septiembre nada va a cambiar. El 27, su vida será igual o peor (dada la deplorable situación económica de Venezuela), con la única diferencia de que verá al político que prometió defenderle y luchar por los valores que le preocupan (“la inflación”, “la inseguridad”, etc.) darle la espalda, como saliendo sigilosamente de la habitación sin hacer ruido después de contratar a una prostituta. La diferencia, claro, es que por lo menos a ella le dejan unos cuantos billetes en el mostrador.

La enfermedad de Venezuela no se cura con elecciones. El remedio no está en la sustitución de un color por otro. Los grandes dilemas del PetroEstado y sus inclinaciones al clientelismo, el populismo y la corrupción, no serán resueltos por algún Mandela venezolano. Acá, nadie va a ganar el premio Nóbel de economía por sembrar el petróleo.

PDVSA ha sido privatizada, en una movida genial que evitó el lógico malestar social que hubiese creado de ser obra de CAP o Caldera. Gracias a la politiquería de un personaje dicharachero y simpaticón, ahora los recursos de Venezuela se encuentran repartidos entre transnacionales como Chevron, Repsol y BP y un solo partido político, que representa una fracción de la población.

Dicho partido ha caído en actos fallidos preocupantes que, en un país normal, hubiesen sido motivo de escándalo. La enfermedad venezolana, manifestada como la posesión y el control *total* del poder en la sociedad, ha carcomido al chavismo, como Gollum con su anillo. Los lapsus y los faux pas están allí: “hay que limitar la libertad de expresión“, escuchamos; “la división de los poderes es un concepto burgués“, “PDVSA es roja, rojita”, “One Chot dice que es venezolano pero vive en España“. El PSUV, regordete y rozagante como cochino un viernes antes de la parrilla, se niega a manifestar lo inaceptable de estas declaraciones, porque su lealtad no es con La República, o La democracia, sino con el partido, el Presidente, el pueblo (todos estos significan lo mismo).

Es cierto que nada de esto cambiará el 26S. Pero si el PSUV logra una mayoría aplastante en el Congreso, la cruzada por el irracionalismo anticientífico de disparates que sólo buscan complacer al líder, desde el ataque a las Instituciones Culturales, las Universidades y los medios de comunicación, hasta las ridículas leyes secas en Semana Santa y prohibiciones de juegos de video, se intensificarán. Chávez dice “brinquen” y en la Asamblea aprietan los esfínteres y se propulsan para tratar de tocar el cielo con sus narices, sin preguntar por qué. El diputado que llegue más alto se gana una aduana.

La mala noticia es que si usted amanece el 27 con una Asamblea controlada por la oposición, esto tampoco significa que ellos velarán por sus intereses. Bájese de esa nube: aparte de los eslóganes convenientes y coyunturales contra la delincuencia o la inflación, usted jamás escuchará a esa gente hablando por usted, representándolo. Cuando el Titanic se hunde, las ratas no se ponen altruistas: Tratan de que las elijan a la Asamblea para así tener guardaespaldas y evitar que tiroteen a su familia. Piense en la introducción de El correcaminos: se congela la imagen y usted lee, “homo politicus venezolanus: vampirus petrolíferus”.

Observar una sesión de la Asamblea después del 26S (si es que lo permiten, no vaya a ser que estén viendo páginas pornográficas) será como asistir a las olimpiadas para retardados mentales. Una carrera de cien metros entre oligofrénicos torpes y desorientados. Lo mejor que usted puede hacer es preparase un balde de cotufas, entretenerse y gritarles, “por su show, cien bolívares”. Diviértase. Tomárselo en serio es producirse una úlcera.

Por eso, una vez hechas estas aclaratorias (pesimistas, nihilistas o como quieran llamarlas, yo las llamo realistas, y no por el Rey), ¿qué actitud podemos tomar ante las elecciones? Simplemente, la posición Avatar: el saber que la película es una mierda pero que la vamos a ver sólo por los efectos especiales. Es el voto punk, el voto revanchista. Me has jodido la vida durante estos últimos cinco años, ahora te voy a llenar la Asamblea de bichos que sólo se dedicarán a llevarte la contraria, porque quiero verte la cara.

El voto anti-arrogante, el voto contra-demolición: No sé ustedes, pero yo daría la mitad de mi sueldo por volver a ver a Chávez susurrando como niño malcriado que es una victoria de mierda. Por su show, mil bolívares. Eso, vale mi voto.

Esa escena, más el futuro prometedor de ver a Cilia Flores gritando (allí es cuando se pone más sexy y deseable) y, ¡Dios, qué voy a decir!, la posibilidad de tener otro punto de vista en la Asamblea, harán mi día de Harry el sucio. Seamos sinceros: el espectáculo actual en la Asamblea es aburrido. Es de un jalabolismo insoportable. Ya que estoy convencido de que en ese recinto no se arreglará nada (aunque claro que pueden pasar leyes para jodernos más, he allí lo divertido), pues quiero escuchar dos versiones de las cosas, no sólo una. Qué importa si la MUD propone leyes disparatadas. No será peor que la de Delitos Mediáticos. Que sea la posición de la CIA o el FMI, pues mejor: siempre quise saber qué opinaba el FMI sobre los Videojuegos violentos, o Family Guy.

La otra posición, la de los anarquistas como El Libertario, llamando a la abstención, no es que sea un suicidio, es que es aburrido. Si el PSUV domina la Asamblea, volverá a ser el salón donde se reúnen 165 babosos a discutir dónde van a almorzar con el dinero público. Sería como ver el canal de televisión ese dedicado a la pesca (“parece que va a morder… No. Esperemos”).

Además, estemos claros: La MUD está lejos de tener la igualdad de condiciones requerida en una contienda democrática. El PSUV controla el CNE y el TSJ, ha reorganizado las circunscripciones electorales y copiado el sistema proporcional de representación que le dio la victoria en el 2000 a George W. Bush, con la minoría de votos. Utiliza los recursos de PDVSA para financiarse. Utiliza los espacios públicos. En fin, nada que no sepamos.

Digamos que si la MUD saca la mayoría, no sería nada corto de un Maracanazo político. Y entre la Doctrina del Shock aplicada por Chávez con la violencia ciudadana para privatizar nuestro petróleo y reforzar la corrupción, los twitteros presos, y sus declaraciones de que el hombre nunca llegó a la Luna, un poco de entretenimiento no es mucho pedir.

Chávez no va a salir del poder el 26S. Los atropellos se seguirán cometiendo, simplemente porque el PSUV controla todas las instituciones. El pueblo venezolano está más ensartado que Sasha Grey. Así que pedir ver a Chávez quejándose otra vez de las “victorias de mierda”, seguido de Cilia Flores, Dario Vivas et al., gritando y corriendo en la Asamblea como cucarachas ante el gallo “de la invasión gringa”, hasta los opositores tratando de pensar e hilvanar alguna idea coherente; me parece suficiente entretenimiento que pedir por un voto.

¿O acaso nunca vieron el capítulo ese de Corky donde él trata de hacer Surf? No es maldad, pero eso era para desternillarse de la risa. Y ver a políticos venezolanos tratando de legislar “democráticamente” y “llegar a un consenso” equivale a ver a nuestro trisonómico favorito balanceándose en una playa de Hawaii. Es entretenimiento garantizado. En este mundo, reírse es de las pocas gratificaciones a las cuales podemos aspirar.

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los anarquistas frente a las elecciones

La gente de El Libertario, vocero de los movimientos ácratas de Venezuela, acaba de sacar su nueva revista (Nº60), de circulación y descarga gratuita. Contiene su visión sobre las elecciones y su postura ante el 26-S. Esta semana estaremos intentando reflexionar sobre las posibilidades y alternativas de estos “comicios”, por lo cual el editorial de los anarquistas sirve de excelente contextualizador.

“El discurso del presidente ecuatoriano Rafael Correa, en el marco de las
celebraciones del 5 de julio en Caracas, permite aclarar un poco más el
papel de los gobiernos autodenominados “progresistas” en América Latina.
En su alocución, el primer mandatario atacó a las organizaciones sociales
de su país que conservan autonomía y capacidad de convocatoria:
ecologistas e indígenas, quienes sin eufemismos han caracterizado como
neoliberal y capitalista la continuación del modelo desarrollista basado
en la exportación de hidrocarburos: “Quieren impedirnos extraer nuestros
recursos, no nos sirve ser mendigos y estar sentados en un saco de oro”.
Correa expresó con claridad quienes constituían la principal amenaza para
el tipo de gobernabilidad que representaba: “El mayor peligro para los
socialistas no son los escuálidos ni los pitiyanquis (…) son los que
toman nuestras banderas y con infantilismo ridículo toman nuestros
discursos y le hacen daño. Hay que estar atentos con el izquierdismo
infantil del todo o nada que es el mejor aliado del estatus quo”.

El modus operandi de la “revolución ciudadana” tiene parentescos con los
procesos adelantados tanto en Bolivia como en Venezuela. Las expectativas
generadas por la elección de un presidente indígena en el país del
Altiplano, se han venido desinflando debido a la continuación de políticas
extractivistas, acuerdos con las compañías trasnacionales y la
subordinación de las aspiraciones de mujeres, indígenas y ecologistas a
los denominados “grandes asuntos de interés nacional”. Desde Caracas, por
su parte, se ha revertido el proceso de nacionalización de la industria
petrolera tras el establecimiento, por la vía de los hechos, de empresas
de capital mixto en donde compañías como Chevron, Repsol y BP son socias
del Estado venezolano. No es casual que esta subordinación al mercado
planetario energético, en tiempos de globalización, ocurra a través de
líderes carismáticos y de retórica izquierdista en países cuyas sociedades
demostraron significativa capacidad de resistencia y movilización contra
los programas de ajuste neoliberal en la década de los noventas.
Iniciativas que eran casi impensables quince años atrás, debido al rechazo
popular que hubieran generado, hoy puedan instrumentarse cómodamente, tras
construir un modelo de gobernabilidad basado en incorporar antiguos
sectores antisistema al engranaje estatal, con una frenética campaña
disciplinaria y de marketing para transformar en “revolucionarias”
políticas de entrega de los recursos naturales a los principales
compradores internacionales.

En este esquema, en el que conviven las apetencias de poder locales con
las bolsas de valores mundiales, Venezuela se promociona a sí misma como
vanguardia, en parte por la mayor capacidad de negociación que representa
el poseer las más grandes reservas de gas y petróleo de la región. Sin
embargo, a diferencia de sus pares, la jefatura del “Socialismo del siglo
XXI” tiene como soporte a los movimientos sociales más débiles e
institucionalizados del continente. La ausencia de un discurso e
historicidad propia, la repetición de la cultura política adeca, la
sustitución de los lazos de solidaridad horizontal por la fidelidad
incontestable con la cúspide del poder así como la electoralización de sus
agendas de movilización, forman parte del desierto movimientista creado
tras una década de gobierno bolivariano. Es por ello que los ingredientes
de la receta exitosa durante la década se repiten en la proximidad del 26
de septiembre, en donde las aspiraciones y exigencias populares deben
hipotecarse al día después de las urnas electorales. Sin embargo, los
tiempos no son los mismos. Todas las evidencias reflejan el progresivo
desgaste de la hegemonía bolivariana. Y este descontento, cosa muy
significativa, no está acarreando agua al molino de los partidos y
tendencias desplazadas del poder en 1998.

Si algo hemos aprendido de los últimos años es que las verdaderas
transformaciones no surgen por decreto, por mágicas sustituciones de
nombre o por el altruismo de caudillos o líderes providenciales. Los
cambios, profundos y auténticos, surgirán por la cultura y beligerancia
generada desde las iniciativas sociales y populares autónomas, de base e
independientes. No son los votos los que acabaran con la pobreza y las
injusticias, sino nuestro hermanamiento desde los conflictos en los que
participemos y el apoyo con todos y cada uno con los sectores en lucha por
la dignidad humana. L@s anarquistas, y muchos otros y otras, sabemos que
nuestro puesto no es la Asamblea Nacional ni el Palacio de Miraflores.
Nuestro lugar se encuentra junto a los trabajadores tercerizados y
precarios del país, los indígenas que pelean por sus tierras, los
familiares de las víctimas de abuso policial, las organizaciones de
derechos humanos, los artistas que no venden su arte ni al mercado ni al
Estado, los presos y presas por protestar y las minorías sexuales”.

Unos tipos que están claros.

Descarguen el resto de la revista El Libertario, acá.

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La insoportable levedad de ser un elector, no un ciudadano

¿Se puede discutir el tema de la inseguridad en Venezuela sin ser manipulados políticamente por los dos bandos, gobierno y oposición? ¿Se puede emplazar al Ejecutivo sobre este flagelo que desangra al país, sin ser acusado de apoyar la portada de El Nacional? ¿Se puede realizar una crítica seria al periodismo venezolano, tomando en cuenta su ética y su deontología, sin ser visto como un elemento más en la maquinaria propagandística de La Hojilla?

¿No tenemos derecho, como ciudadanos, a exigir un debate responsable en torno a la inseguridad que vaya más allá de las ramplonas promesas electoraleras de “acabar con la delincuencia en 20 años“? ¿Podemos pedir un análisis estructural de la violencia que involucre sociólogos, criminólogos y expertos en el área, que sobrepase las afirmaciones lapidarias y absurdas según las cuales todos los delincuentes nacieron “en el gobierno anterior“? ¿Existe un espacio público donde los ciudadanos puedan ventilar su frustración ante los gobernantes electos sin que sean automáticamente asociados a los elementos más conservadores y disociados de la oposición radical?

¿Cómo avanzar argumentos sin que los políticos de oposición se los apropien para nutrir su cruzada electoral? ¿Cómo separarse del bloque que sólo busca movilizar a la gente con miedo y pánico para que respondan a sus intereses conductistas de pulsar un botón el 26-S? ¿Existe alguna forma de proponer una crítica seria a los medios sin que esto conlleve a que el fascismo retrógrada imponga más censura, más leyes para “limitar la libertad de expresión” (de los otros), más control sobre la vida privada del ciudadano?

¿Qué canales le quedan a los ciudadanos independientes que buscan una explicación razonable sobre los alimentos descompuestos que vaya más allá del eslogan electoral de la oposición o la negación sistemática y psicótica del gobierno? ¿No existen espacios neutros para los que queremos discutir la independencia de poderes sin ser asociados a la “desestabilización” histérica? ¿No podemos denunciar lo nefasto, autocrático e inadmisible de que un Presidente ordene encarcelar gente por televisión y aparezcan leyes y argumentos irrisorios para ejecutar esta “orden”? ¿Dónde podemos discutir esto de manera racional sin ser acusados de defender los intereses del F.M.I? ¿No existe espacio para justamente discutir la injerencia del F.M.I. con datos y afirmaciones que vayan más allá de las fantasías sobre la dominación mundial por parte de una secta de ultraricos? ¿Cómo hacen los que quieren discutir seriamente la política internacional de los Estados Unidos, para separarse de los insultos bobos, este es un “diablo”, el otro es un “imperialista”?

La máquina electoral se ha puesto en marcha. El buldózer que aplasta todo argumento que lo frena en su carrera hacia el 26-S se nos viene encima estrepitosamente. No piense, pulse el botón y reclame su chupeta sabor a frutas en la salida. Gracias por jugar, nos vemos en el 2012.

La política es Godzila.

Tu cerebro es Tokio.

Q.E.P.D.

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pueblo y niños (qué es el pueblo, parte III)

Cuando observamos el uso de la palabra “pueblo” en el contexto artístico, educativo y social, empezamos a entender qué concepto maneja el gobierno de la palabra. Detrás de toda discusión que involucre “al pueblo”, el gobierno pretende perfilarse como el gran protector de ese “pueblo”, como un padre protege a sus hijos.

Pero tal “protección” no se restringe a la garantía de acceso democrático a las instituciones sociales de las cuales fuese, cuestionablemente o no, excluido “el pueblo” durante “la cuarta República”. Porque de lo que se trata no es de apoyar a dicho “pueblo” en la conquista de espacios que “los representen”, como pudiese ser la creación de centros culturales alternativos. Al contrario, la acción más directa busca la destrucción del legado artístico, porque no representa al pueblo, es más, se dedica a engañarlo, deformarlo y pervertirlo.

No se busca la coexistencia pacífica y democrática del arte supuestamente “burgués” y el arte supuestamente “popular”, no. Se busca la destrucción completa del primero, la sustitución de “lo burgués” por “lo popular”. Según esta lectura, el arte “burgués”, no es que no le interese al pueblo, es que lo amenaza y debe ser arrasado. ¿Cómo se justifica esta cruzada?

La visión que se avanza de “el pueblo” es, entonces, una visión puritana y naturalista. Es Rousseau en El buen salvaje. Es decir, “el pueblo” nace ingenuo, limpio, lleno de ideas solidarias y bonitas. En estado embrionario, estos párvulos son incapaces de maldad. Sin embargo, se encuentran presos en una sociedad que vehicula valores “europeos” o “burgueses”; en todo caso, “no venezolanos”, que pervierten al pueblo, le instauran valores consumistas y lo convencen de que Wagner es su música. De allí que tenga que intervenir un gobierno preclaro para reducir a polvo al Ballet del Teresa Carreño, como una madre que cubre los ojos de un niño cuando este ve la portada de la última revista Playboy en un kiosco.

En el gobierno actual, la intención paternalista y protectora queda clara. Es por eso que la idea de “los niños” y “proteger a los niños” se mimetiza a través de toda la sociedad y brota por los poros de los entes represivos. Cuando usted escucha la palabra “niño”, no se engañe, están hablando de usted. No de usted hoy en día: acá niño equivale a su estado primitivo y puro, aquél que debemos reinstaurar para acceder a la felicidad máxima en la tierra.

A “los niños” de Venezuela se les debe proteger de una sinfonía vienesa, del perro que habla en Family Guy, de los videojuegos, de las radios que denuncian a Diosdado Cabello y de las portadas de los periódicos. Según esto, “el pueblo” tiene el nivel analítico de un preadolescente: incapaz de escoger qué música le gusta o de entender que un dibujo animado tal vez no sea la mejor fuente para construir sus valores.

En el libro Canciones de inocencia y canciones de experiencia del poeta del pueblo (aunque no éste, claro está) William Blake, él retrata ese paso de “inocente” niño a “adulto experimentado”. Por supuesto que ese es un libro en verso, pero permite entender las acciones reaccionarias del gobierno y su búsqueda de reactivar esos valores infantiles, supuestamente “puros”. Este uso de la palabra “pueblo” como “párvulo inocente” nos hace entender, en gran medida, el proyecto involutivo planteado.

Lo que se propone no es una revolución, es una involución. Un regreso al estado de Buen Salvaje de la mano del Pater Familias protector que decidirá lo que conviene a la salud y al equilibrio de sus hijos en cada ocasión.

Vínculos:
La revolución cultural (qué es el pueblo, parte I)

Arte y pueblo (qué es el pueblo, parte II)

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el twitterodio de Andrés Izarra

¿Si Pol Pot hubiese tenido Twitter, qué hubiese escrito?

Pregúntenle a Andrés Izarra.


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Arte y pueblo (qué es el pueblo, parte II)

Acá intentaremos prolongar las ideas esbozadas en nuestro primer texto, “la revolución cultural”, para tratar de entender el uso de la palabra “pueblo” por parte de la retórica chavista al circunscribirlo a sus prácticas específicas. Así, podremos comprender los valores, creencias y visión de mundo que se desprenden del vocablo.

Parte II: arte y pueblo
El discurso de la “opresión” y de la “emancipación” del pueblo a través de la “revolución” busca subvertir las bases de los valores vehiculados por un sistema de exclusión conocido como “la cuarta República”. Según esta visión, el “pueblo” pasivo, sufrió la imposición de las manifestaciones artísticas de una cúpula poderosa, sin jamás poder expresarse.

Partiendo de ese supuesto negado, la “revolución” no propone nuevos criterios de selección en la asignación artística sino que procede al desmantelamiento sistemático y sostenido de todo reducto de creadores: desde el asalto al Teresa Carreño y el recorte de subsidios a grupos actorales, hasta el cierre de la Fundación para la Cultura Urbana.

¿Cómo se justifica la acción destructora a través del discurso “emancipador”, que prometía no la violencia, sino la coexistencia y la apertura de espacios para todos? La respuesta es simple: con la negación de toda manifestación de pueblo en las instituciones arrasadas. Es decir, suponiendo que toda acción llevada a cabo por esos centros culturales no era sino la manifestación de la opresión y por tanto debía reducirse a la nada.

Esto es, la producción de Shakespeare en el Teatro Nacional o la ejecución de una sinfonía de Mahler en el Teresa Carreño lo único que hacían era alienar a la población y hacerlos abrazar “valores europeos” o “elitistas” (por supuesto que el hecho de que propuestas como el Vals o el Jazz hayan salido del “pueblo más bajo” de la época es algo que no se menciona).

Basta con escuchar la violencia con la cual se han referido a estos centros para entenderlo. Porque esa es la realidad: los escuchamos o los vemos actuar, clausurando Fundaciones y regodeándose en el uso del poder peor que Gollum, y nos da la impresión de que están luchando contra un ente maléfico. Es como si el Ballet del Teresa Carreño hubiese forzado “al pueblo” a ver el Lago de los cisnes, fusilando a quien se riera. Pareciera que la Fundación para la Cultura Urbana hubiese instalado altavoces en los barrios para leer traducciones de Proust a todo volumen y tratar de convencer a las doñas de que es mejor comerse una Madelaine que una arepa en las mañanas. Imaginamos al “pueblo” torturado, tapándose las orejas y en retirada, para ir a refugiarse en alguna playa de Barlovento y tocar tambor. Y ¡menos mal que tocaron tambor! Porque si no, “el pueblo” hubiese perdido este legado ante la invasión neocolonial cultural imperialista (orquestada por Bethoveen y Eduardo Marturet, suponemos).

Es por eso que afirmamos que la palabra “pueblo”, en el sentido artístico se utiliza para descalificar y acentuar cuotas de poder. No existe “un arte del pueblo” y otro, que puedan coexistir. No. Todo “arte” que no es producido por y para “el pueblo” es maléfico, símbolo de desestabilización y de capitalismo occidental (sí, incluyendo El avaro de Molière –no pregunten). “El pueblo”, utilizado en el contexto artístico, se ha utilizado para reprimir manifestaciones artísticas y culturales. También se ha utilizado para promover una visión denigrante y simplista del arte hecho por los pobres, pero este arte está condenado a abrazar la mediocridad, la falta de técnica y de estudio, a menos que quiera ser acusado de “elitista”. Arte ingenuo, sí; arte ingenuo estudiado en un postgrado de Austria, no.

Entonces, no estamos ante una inversión de valores o un cambio de valores, fenómeno característico de toda revolución cultural. Estamos ante la utilización arbitraria de la palabra “pueblo” para justificar, (1) el insulto o, mínimo, la sorna y la burla por su “desconexión con el pueblo” de aquél que prefiera escuchar Wagner que Las sardinas de Naiguatá un sábado por la tarde y (2) la utilización desmedida, unilateral y autoritaria del poder contra diferentes centros de creación hasta llegar a su desaparición o clausura, en algunos casos.

Este ensañamiento y persecución están motivados políticamente, ya que son injustificables desde el punto de vista artístico/cultural, o histórico.

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La revolución cultural (qué es el pueblo, parte I)

Un término fundamental para los gobiernos, utilizado hasta el cansancio por la retórica chavista de Venezuela, es “el pueblo”. Esta palabra supone la máxima legitimidad democrática y enarbola ideas de justicia e igualdad. Por otro lado, se distingue extrañamente de la noción de “ciudadano”, palabra que parece haber quedado en desuso. Así que, hagamos la pregunta, ¿qué significa “el pueblo”? Proponemos entonces estudiar los valores que se desprenden del uso de la palabra para entender mejor sus implicaciones.

Parte I: La revolución cultural
Toda “revolución” implica un cuestionamiento de los valores heredados para inscribirlos en una visión (Zeitgeist) actualizada. Sin embargo, dicho cuestionamiento no implica de manera obligada la lógica de la destrucción y la tabula rasa. Cuando Luc Goddard “revolucionó” el cine e impuso la Nouvelle vague, no lo hizo despreciando todo el cine anterior, lo hizo proponiendo una nueva estética y técnica narrativa.

En Venezuela, la “revolución cultural” se utiliza para justificar un desplazamiento en las relaciones de poder de los decididores y legitimadores que definen los lineamientos de “la cultura”. Sin embargo, aparte de esta subversión del statu quo, se añade la calificación peyorativa a la historia cultural contemporánea. La “revolución cultural” no es una cuestión de gusto, como puede serlo el free jazz ante el beebop; no, la “revolución cultural” significa justicia e igualdad. Justicia, en el sentido de que los excluidos de la cultura (sin que se haga un cuestionamiento sobre dicha exclusión) ahora tendrán un acceso irrestricto a las formas de producción cultural. Igualdad, porque ahora la cultura es de todos (excepto, claro, de aquellos que nos negaron el acceso a la cultura en primer lugar).

Cualquier “revolución” hubiese procedido al cuestionamiento de los procedimientos de atribución de capital cultural y probablemente hubiese propuesto formas más “democráticas” para que, los artistas excluidos (más no todo el pueblo) fuesen apoyados en sus trabajos. En cambio, el silogismo absurdo que aplicamos en Venezuela afirma que, puesto que “la cultura” de la IV República era excluyente, lo mejor es evitar toda exclusión: Cultura para todos. Vemos entonces que no hay un cuestionamiento de los procedimientos para hacer esa “cultura excluyente” menos excluyente, lo que hay es la eliminación de todo procedimiento de selección (otro tanto puede decirse de las Universidades).

De esta manera, es ahora todo el pueblo el que tiene “acceso” a la “cultura” y es por ello que toda iniciativa anterior debe ser satanizada ya que era el instrumento de la opresión del pueblo por (inserte aquí su villano anti-pueblo favorito). Ya que no hubo ningún cuestionamiento de los criterios de selección culturales anteriores -lo cual hubiese arrojado un balance de decisiones acertadas, cuestionables y erradas-, lo que se hace es discriminar, de manera generalizada, toda producción cultural anterior, ya que representa esa misma opresión. ¿Usted montó un Festival de Teatro? Poco importa, usted fue un instrumento de la opresión oligarca. ¿Ganó un premio de literatura? Usted era un elitista. ¿Trabajó en una orquesta? Era un bufón de la corte de los ricos, y así sucesivamente.

Es irónico que, so pretexto de luchar contra la opresión, se oprima a quienes fueron, durante décadas, los mejores embajadores culturales que pudo tener Venezuela. No creo que, en aras de la justicia y la igualdad, deba oprimirse a un grupo de personas y hacerlo de la manera más revanchista y destructora posible. Luchar contra las relaciones de poder y las formas de acceso a la cultura se logra a través de un cuestionamiento serio de los procedimientos de selección y adjudicación de proyectos culturales, y para dicha reflexión es necesario convocar a la gente experta en el área y construir. Pero el hecho de que un militar decida de manera vertical aberraciones como que la Fundación de la Cultura Urbana debe ser clausurada debido al origen de su financiamiento es como decir que usted debe ser botado de su trabajo porque su jefe fue al Casino ayer y le pagará el sueldo con ese dinero.

Este es sólo un ejemplo y una parte de lo que estaremos conversando por acá (continuará)…

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retórica republicana en Venezuela

Estimados fans de Samuel Beckett y Lewis Carroll: para este período vacacional, les regalamos una dosis de absurdo, cortesía del partido Conservador Republicano de los EE.UU. y del partido autocrático militar reaccionario de Venezuela. Esperamos hayan podido seguir a los voceros de la lobotomía argumentativa que son los gringos Glenn Beck, Rush Limbaugh y O’Reilly. En caso de que se hayan perdido los episodios entre estas orugas fumadoras de narguilé y la opinión pública, acá reproduciremos algunas de las afirmaciones más divertidas y sus versiones tropicales, cortesía del PSUV. Busquen las cotufas…

1. Glenn Beck y F. Hayek: El animador de Fox News, conocido por afirmar que Obama era racista (entre otros disparates), logró destronar a Stieg Larsson de la lista de Best-sellers de Amazon al recomendar “El camino a la servidumbre“, de Hayek, como “remedio contra el socialismo”. Sin embargo, los expertos afirman que Hayek estaría horrorizado con las políticas del partido republicano, con Fox News y el gobierno de Bush (pero este detalle jamás fue mencionado por Beck).

1.b. Versión tropicalia: Hace un año más o menos, el señor Chávez creó una sensación en ventas al regalar el libro, “Las venas abiertas…” del uruguayo Eduardo Galeano, al Presidente Obama. Igual que Beck, el hecho de que Galeano haya retirado su apoyo a Cuba hace años (y haya sido insultado por ello) jamás será mencionado por Chávez.

      2. La negación de la responsabilidad. El absurdo de la matriz de opinión republicana alcanza la cima cuando se trata de discutir la guerra en Irak o la debacle económica de los EE.UU. y asumir responsabilidad. Uno de mis orates favoritos, John McCain, afirmó este mes que “ya ganamos la guerra en Irak“. Sí, Johnny, y la tierra es plana. La otra versión, igual de psicotrópica, afirma que la guerra en Irak fue planeada por… ¡Bill Clinton! No, no, en serio. Si quieren reírse y entienden inglés, *tienen que ver este video*. El 11 de septiembre fue culpa de… ¡Clinton! La debacle económica… A ver… ¿Clinton? ¡Bingo!

      2.b. Versión tropicalia: Aquí tenemos para escoger. Al final, todos sabemos que *nada* es culpa de Chávez. Cómico, ¿no? Un tipo que llegó a la presidencia en gran medida porque fue el único que reconoció su responsabilidad en el golpe de Estado que condujo, hoy en día no es capaz siquiera de reconocer sus errores en anti-política energética. Los apagones son culpa de Clinton, perdón, de “la Cuarta República”; la estanfación predicha hace *años* hasta en blogs, es culpa del “capitalismo” o de la “transición hacia el socialismo” o cualquier otro invento sacado de Esperando a Godot.

      De igual manera, si usted ve Fox News se dará cuenta de que *nada* fue culpa de George W. Bush. Las responsabilidades se reparten entre Obama y Clinton. De hecho, según Limbaugh, el adulterio del gobernador Mark Sanford, ¡es culpa de Obama! ¿La deuda de los EE.UU.? Culpa de Obama (Beck). ¿Los que dividen al país? No son los comentarios racistas y llenos de odio de Fox News o el PSUV; son culpa del otro partido (Beck).

      En fin, podría seguir un buen rato, pero el absurdo tiene sus límites. Si extendemos el análisis, podemos entender por qué es fundamental que el PSUV controle la Asamblea Nacional. ¿Qué sucedió cuando llegaron los demócratas al Congreso de EE.UU? Defenestraron a Alberto Gonzales. ¿Recuerdan a Gonzales? ¿El que inventó que los talibanes no eran presos de guerra? Fue depuesto por colocar fichas a dedo. La versión venezolana de Gonzales debe estar temblando. Sí, es contigo, Luisa Ortega Díaz: la que reescribe la “libertad de expresión” como Gonzales la reescribió en el nefasto Acto Patriota. Tampoco te salvas, Cilia Flores, la que colocó a dedo a la mitad de su familia en la Asamblea Nacional.

      Tienen razón: tienen suerte de que no estén en Estados Unidos donde serían la vergüenza nacional. De todos modos, igual que las empresas que controlan el poder allá, se copiaron la artimaña de Bush para ser electo Presidente por encima de Gore, aunque W sacó menos votos. ¿No, Jackie Farías?

      La misma autocracia, la misma postura discriminadora, los mismos valores retrógrados y reaccionarios, se encuentran en ambos países.

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        Tele-realidad: “Venezuela’s Next Inquisitor” (VNI)

        ¡Hooooola, amigos! ¿Cómo están allá en sus casas? ¿Bie-je-jen? ¡Me alegro! (La dentadura “Pepsodent” del animador brilla como si sus incisivos fuesen hechos de marfil). Bien-je-jenvenidos a suuuu programa favorito: ¡Venezuela’s Next Inquisitor! Como siempre: ¡todos los jueves a las 9 de la noche, por el canal del pueblo, TVES! *
        *(Horarios en Cuba y Corea del Norte pueden variar).

        Primero que todo, ¿Cóóóóómo siguen nuestros ganadores de la temporada pasada? Echemos un vistazo –control, por favor, ¡ruede video!-, acá tenemos a la bellísima Sandra, ¿se acuerdan de ella?, cómo no; ¡manejando una aplanadora para destruir todos estos juegos bélicos! ¡Qué contenta se le ve! Y acá: Miren a Bobby, premio McCarthy del año pasado, ¡invadiendo los locales del Ateneo de Caracas! Memorable labor. Vean como saca a patadas a los bailarines y actores. No es que yo sea homófobo, pero hombre que se respete no se las estripa poniéndose ese leotardo. Ay, papá…

        Así que ya saben: Acá hacemos realidad sus sueños. En la temporada que viene de Venezuela’s Next Inquisitor, ¡puede ser usteeeeeed (índice señala a la cámara robada a RCTV) quien encarcele twitteros! ¡Será su firma la que destruya libros en las bibliotecas del interior! ¡Sus ojos, los que leerán una columna satírica y la interpretarán como un llamado al magnicidio! ¡Su saliva, la que escupa a los “inmigrantes de mierda” en las calles de Caracas! ¡Sus puños los que beban la sangre de los reporteros apaleados en el Centro de la capital! Las puertas de una prometedora carrera se abrirán ante sus pies con sólo ganar este concurso…

        Recuerde: ¿Era usted de esos niños que se dedicaban a patear los castillos de arena de los demás y jamás a construirlos? ¿Cuando perdía en un juego callejero de fútbol, se llevaba usted la pelota y no dejaba jugar a más nadie? ¿Le gustaba matar pollitos en las verbenas de carnaval? Cuando usted tenía una caja nueva de goma de mascar, lo repartía entre sus amigos obligándolos a llamarle “Rey” y se regodeaba negándole un pedazo a los niños más inteligentes que usted? ¿Le gustaba verlos llorar?

        ¿Cuando ve a un herido inconsciente en la calle, lo primero que le pasa por la cabeza es robarle el teléfono móvil? ¿Le parte la madre a los invitados más elocuentes y mejor vestidos que usted en la fiesta? ¿No ve problema alguno en ensuciar una playa?

        ¡Es usted nuestro candidato perfecto!

        Recuerde el gran premio: El ganador de la nueva temporada de Venezuela’s Next Inquisitor, tendrá el orgullo de clausurar los locales de la Fundación para la Cultura Urbana. Usted será como Jude Law en “Repo Men” pero arrancando el corazón de los artistas y creadores (y más feo, por supuesto. Pueblo que se respete, es andrajoso).

        El Gran Inquisidor será temido y respetado (más lo primero). Usted le robará el sol a todos esos caraqueños sifrinos que creen que leer es útil. Usted será como el señor Burns. Será una máquina de demolición de sueños, esperanzas e imaginación. Su sombra se extenderá hasta cada hoja, cada lápiz, cada verso a punto de ser parido, para extirparlo sin anestesia y aplastarlo contra el suelo en plena gestación.

        Así que, ya saben: No dejen de sintonizarnos para entretenimiento de altura. Sólo acá escuchará usted chistes que no hacen reír como “hay que limitar la libertad de expresión“, “estamos democratizando el espacio radial” o “te parto la madre en nombre de la revolución pacífica”.

        Otra producción des-educativa de Krisis, Co. ®
        (Este programa posee contenido mixto. Todas las groserías, improperios e insultos son de categoría “A“, aptos para todo público, cuando sean proferidos por gente del gobierno. Sin embargo, cualquier conato de rebelión intelectual, de pedir justificaciones o razones, será considerado “XXX” cuando sea emitido por alguien criticando al gobierno, sin importar su bando, su cantidad de seguidores en Twitter o su trayectoria).

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        yo quiero lo que Chávez está fumando

        Rumbo a Macondo, a pasos de vencedores. Eso fue lo que pensé después de leer el meme-tweet que tenía años circulando soto vocce entre los venezolanos, según el cual Chávez practica un rito espiritista conocido como Palo Mayombe y necesitaba los huesos de Bolívar para terminar de bajar el Santo. No me negarán que era uno de los mejores chismes de nuestro sainete del siglo XXI: escribes una novela incluyendo esto y “la silla vacía de Bolívar”, y le dejas el pelero a Herrera Luque, con todo y su indio Tarasona.

        Sin embargo, cuando buscamos el Timeline de @Chavezcandanga, nos encontramos con una serie de tweets semi-esotéricos cada cual más desquiciado que el otro. Si San Juan Evangelista hubiese tenido un iPhone en la isla de Patmos donde escribió El Apocalipsis después de ingerir copiosas cantidades de sustancias psicotrópicas, estoy seguro de que sus tweets serían algo así:

        Hola mis amigos! Que momentos tan impresionantes hemos vivido esta noche!! Hemos visto los restos del Gran Bolívar! Dije con Neruda: Padre
        10:34 PM Jul 15th via Twitter for BlackBerry®

        ” Padre Nuestro que estas en la tierra, en el agua y en el aire… Despiertas cada cien años,cuando despierta el pueblo”. Confieso que hemos
        10:36 PM Jul 15th via Twitter for BlackBerry®

        Confieso que hemos llorado, hemos jurado. Les digo: tiene que ser Bolivar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada. Dios mio
        10:38 PM Jul 15th via Twitter for BlackBerry®

        Dios mio, Dios mio… Cristo mio, Cristo Nuestro, mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, pense en ti! Y como hubiese querido
        10:41 PM Jul 15th via Twitter for BlackBerry®

        Cuanto quise que llegaras y ordenaras como a Lazaro: “levantate Simón, que no es tiempo de morir”. De inmediato recordé q Bolivar Vive!!
        10:48 PM Jul 15th via Twitter for BlackBerry®

        Bolivar vive Carajo!! Somos su llamarada!!
        10:48 PM Jul 15th
        via Twitter for BlackBerry®

        Ooookey… Claro que estos tweets no tienen nada que ver con las toneladas de marihuana incautadas en Mérida hace unos meses, ¿eh? Porque yo no sé ustedes, pero en lo que a la Twitterfobia se refiere, un pelmazo en ciudad Bolívar advirtiendo la caída de un banco en un país en plena estanflación, no es exactamente La guerra de los mundos, de Orson Wells (quien, dicho sea de paso, hubiese ido preso bajo las leyes “anti-pánico” de la República Bolivariana). Es más bien como encerrar a un twittero irlandés que escribe que va a llover en Dublín.

        Porque, en lo que a la “creación de pánico y zozobra a la población” se refiere, ¿qué le da más miedo a usted, querido lector? ¿Un rumor sobre una corrida bancaria en Venezuela (no somos Suiza, exactamente), o la imagen de Chávez, semi-desnudo y con guayuco, con la espada de Bolívar frente a su rostro diciendo algo como, “espada del augurio, quiero ver más allá de lo evidente, qué traman Santos y Uribe”? (El lector notará mis conocimientos limitados en el tema de la santería).

        ¿Qué viene después, Nicolás Maduro encabezando una expedición con látigo y sombrero, en busca del Arca Perdida? ¿Iris Varela en Tomb Raider? ¿Luis Britto García como el profesor Langdon investigando la ubicación de la pirámide masónica oculta?

        El país puede que esté (hundiendose ineluctablemente/desmontando el Estado burgués) a pasos acelerados. Lo que sí es cierto es que, gracias al Comediante en Jefe, tenemos entretenimiento asegurado para rato. Si alguna vez se preguntaron cómo sería una presidencia con Groucho Marx o Jack Black a la cabeza, en Venezuela les damos la respuesta.

        Ave Chávez, morituri te salutant…

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