Política, pragmática discursiva y poder constituido

habermas

Esta larga nota buscará responder a la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto le hacemos el juego al poder constituido con nuestros experimentos de democracia discursiva europea? ¿Tiene sentido seguir analizando la sociedad venezolana en términos de un debate abierto donde circulan libremente los argumentos y se impone el mejor? Intentaré demostrar cómo nuestros juegos democráticos *contribuyen* al avance de un proyecto vertical, militarista y neo-autocrático y trataré de explicar por qué esta tarea fatua y contraproducente debe ser sustituida por otra: Un ataque frontal, violento y directo a todos los entes que le hacen el juego al poder constituido en detrimento del ciudadano común.

Antes que nada, una breve esquela –banal y redundante para algunos- sobre el tema que estamos tratando: En teoría, la sociedad se organiza en torno al *mejor argumento* (R. Rorty). El gobierno dispone de espacios públicos como las Universidades, algunos medios y por supuesto plazas, calles, etc., para que los argumentos circulen y se contrasten y la gente escoja lo que le parece ser el argumento más apropiado (Habermas, Apel). Luego este argumento se transmite al Estado, cuya única función es velar por que las *minorías* se vean representadas y no aplastadas en la esfera pública, y se adopta el *mejor argumento*.

Si quieren entender de qué se trata, pues supongamos que estamos hablando de una nueva ley sobre la eutanasia. Los medios, las Universidades, los expertos y toda la gente en general es informada y expresa su punto de vista. Si todo va sobre ruedas, el mejor argumento debería imponerse al lograr aglutinar más gente a su alrededor, simplemente porque es el mejor. Bienvenidos a la democracia a lo Habermas.

Pues con este esquema en la mano no hace falta ser Sócrates para darse cuenta de que jamás funciona así, ni en Venezuela ni en Europa. Lo que sí podemos constatar es que, mal que bien y con los vicios del caso (que no son pocos, tipo los medios de comunicación), en otros países la sociedad cuenta con mecanismos para transformar el mejor argumento en *pragmática*: Es decir, parar al país, hacer renunciar al Primer Ministro o tumbar al gobierno en pleno (mayo de 1968).

La *diferencia pragmática* es sencilla: En una democracia europea, el Estado *depende* de los ciudadanos, quienes pagan impuestos, controlan sindicatos y votan, para avanzar. En Venezuela, los ciudadanos *dependen* del Estado, quien ya tiene todo el dinero que necesita (petroestado) y por ende puede *escoger* a discreción a quién premia, a quién recompensa y a quién castiga. Esta lógica sólo se interrumpirá cada cinco (o seis) años, cuando a los ciudadanos se les pide realizar el acto reflejo de pulsar un botón o sellar una papeleta para *escoger* los ladrones que lo esquilmarán en el lustro a venir.

Sin embargo, todo funcionaría a las mil maravillas en la opera bufa de la democracia sudamericana si no fuera por el hecho de que, a partir del 15 de febrero, la sociedad venezolana se enfrenta a una arremetida brutal, frontal y descarada de parte de la derecha militarista neo-autocrática dispuesta a anular los pocos espacios públicos que nos quedan. Triste final para un gobierno que prometió abrir discusiones y dejar que las bases gobernaran y ahora discute el contrato colectivo de los obreros con la élite y sus representantes e intenta verticalizar y politizar las Organizaciones No Gubernamentales.

Que nadie se deje engañar: Los ámbitos de representación están siendo atacados y destruidos hasta en su expresión más primitiva, como el voto de noviembre de 2008. Los adeptos del gobierno, reivindicando esa condición tan perfecta de miopía venezolana según la cual, como no les gusta Ledezma, pues permitirán que se perpetúe tal exabrupto así sea al precio de dar un golpe mortal a toda la institución del voto, no moverán un dedo para evitar exponerse a la descalificación de sus congéneres y ser excluidos de los favores del petroestado (y sustituidos por otros sicofantes y teruferarios más convenientes).

Es obvio que, bajo esta lógica, no hay mucho que discutir.

Lo extraño es que seguimos habermasianos: Seguimos preguntándonos cómo hacer circular el mensaje, cómo discutir con la gente, cómo avanzar argumentos y convencer; el todo embaulado por un gobierno que controla todas y cada una de las instituciones, no permite independencia de poderes, maneja los medios y hace elecciones solamente después de estar seguro de haber controlado todos y cada uno de los pasos que garanticen su victoria.

Esto no es *democracia discursiva*, colegas. Olvídense de Habermas, Rawls, Davidson, Rorty y demás nombres impronunciables. Estemos claros: Esto es como jugar al fútbol contra un oponente que tiene el derecho de tocar el balón con la mano, salirse de la cancha, hacer faltas y tiene comprado al árbitro. Claro, dirán algunos, igual tienes oportunidad de ganar…

Lo más grave es que me pregunto hasta qué punto esta actitud de nosotros los *demócratas discursivos* no hace sino ayudar a perpetuar estos atropellos, ayudar al Statu Quo a enrollarse como Salamandra en el poder, mientras le servimos en bandeja de plata ocasiones para realizar simulacros baratos de democracia y legitimar su política buldózer porque, miren, allá esos están discutiendo, ven que acá no imponemos nada.

Porque es un *grave error intelectual* tratar de entender la política primitiva del gobierno en otros términos que no sean control y poder. Lo estamos haciendo otra vez: ¿Quién puede creer que la propuesta de Internet suntuaria tiene como finalidad ahorrar algo? Es una trampa discursiva ponernos a argumentar que sería mejor recortar el presupuesto armamenticio porque a los dos segundos de analizar cuánto se ahorra con un recorte en acceso a Internet, la cifra zimbabuesca deja entrever que se burlan de nosotros. No se trata de ahorrar: Se trata de control y poder. Es otro paso en la instalación de una ortopedia institucional del poder (Foucault) y discutir o crear espacios de discusión democráticos es hacerle exactamente el juego a aquellos que decidirán por nosotros, sin consultarnos, sólo que ahora tendrán mejores excusas y mentiras gracias al simulacro de debate que realizaron con nosotros.

No, señores: La *Internet prioritaria* no se discute. Se defiende, se protege y se ataca para repeler, con toda la violencia intelectual posible, cualquier adefesio que siquiera ose poner un pie en este tema. Repito: Estamos enfrentados a la derecha militarista, autocrática y tramposa, ¿debemos discutir con ellos? ¿Debemos discutir la designación de Farías? ¿La aprobación de todos los puntos rechazados en el referéndum? ¿Lo *suntuario* de Internet? ¿Por qué no discutimos si la “solución final” nazi era una buena idea para Alemania? Por favor.

El tiempo de la discusión se acabó hace rato. Llegó el momento de la resistencia. De la guerrilla intelectual. No pretendo motivar a nadie, pero personalmente atacaré intelectualmente con igual grado de violencia, a todos aquellos que atentan contra mi libertad y a todos aquellos que son cómplices silenciosos. Esto es defensa personal, no se confundan: Cuando me obligan a ir a un Ministerio forrado con la cara de Chávez y un Sí electoral, cuando sustituyen libros y no responden ante la población, cuando me imponen pancartas que no me interesan en el Metro y en todos los espacios públicos; la única actitud digna es la defensa personal. Reivindico entonces, desde acá, el mismo derecho que le reconozco a los iraquíes de repeler al invasor en un país ocupado. Más que un derecho, es un deber y mi cruzada intelectual se dará por terminada cuando volvamos a tener espacios civilizados de diálogo, cuando los medios vuelvan a ser *medios*, no fines, cuando el petroestado deje de ser arrogante y mandón.

No cuenten conmigo para legitimar ninguna de estas barbaridades, tanto del gobierno como de la oposición. Bombas intelectuales, colocados en los cimientos del sistema, hasta que no quede nada en pie. Esa es la táctica.


P.d.: Por acá seguiré reflexionando sobre el tema y las líneas de acción. Siéntanse libres de dejar un vínculo o pasar por mi página si quieren comentar in extenso si les interesa. La semana que viene publicaré: ¿Qué es la izquierda y dónde debería estar en el siglo XXI?
Saludos a todos.

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