Este documental intenta analizar en profundidad las consecuencias de una sociedad adicta al petróleo, desmontando muchos mitos ligados a la energía barata (como su sustitución por motores de hidrógeno o bio-carburantes) y proponiendo el neo-urbanismo como posible solución a la crisis que se avecina.
“The end of suburbia” es un análisis bastante bien documentado, con entrevistas serias, sobre el problema urbanístico de los U.S.A. y Canadá, lugares donde el 80% de la población vive lejos de las ciudades. El mito del “suburbanismo” o “el campo a cuarenta minutos de la ciudad”, unido al auge de las empresas automovilísticas, crea este american dream simpsoniano de la post-guerra, de la casita con barbacoa y perrito Rex corriendo alrededor de los niños.
La realidad no es solamente un rudo bofetón estético, es decir, construcciones prefabricadas, horrorosas, de casitas de cartón idénticas, con grama artificial y paredes de anime, sino que ahora que las fuentes de energía fósil comienzan a erosionarse, esta utopía comienza a derrumbarse como un castillo de naipes.
Lo cómico de todo esto es el contraste de la realidad con el escepticismo lobicista de las corporaciones. Por ejemplo, el que el doctor Hubbert, geofísico, afirmara en la década de los setenta que la producción petrolera seguía un patrón de campana de Gauss, una peligrosa realidad que fue recibida con sorna por parte de los industriales que se enriquecieron y creyeron en un consumo infinito. Hoy en día, el “pico” descrito por Hubbert es una realidad que estamos viviendo, donde los más pesimistas ya no lo niegan sino que corren la arruga y estiman que el pico aparecerá en el año 2015.
Yo afirmé aquí, de la manera más ignorante de bloguero aficionado, que había leído artículos que estimaban que el bio-carburante no era una solución (Por qué las energías alternativas no son una solución). Muchos me cayeron encima, tanto en mi post como en otros blogs, acusándome de hippie trasnochado, profeta del desastre, ignorante y todo eso.
No es que yo afirme ahora que tenía o tengo razón. Pero The end of suburbia, a los ojos de este servidor no-científico, construye un argumento bastante sólido como para entender que (a) el bio-carburante gasta más energía de la que produce y consume espacios fértiles y (b) el hidrógeno es un mito inaplicable. Además, ya que hablamos de un mundo petro-dependiente, el sustituir el petróleo sería una posibilidad si hablamos de sustituir 25% del requerimiento energético de aquí a 50 años. Pero estamos hablando de sustituir una gran cantidad del consumo en menos tiempo que eso.
¿Cuál es la solución posible? Lo que he intentado afirmar en muchas ocasiones, que me parece lo más sensato y, hasta prueba de lo contrario, me seguirá pareciendo la mejor alternativa: Un cambio en nuestro patrón de consumo, un cambio en la percepción que tenemos de nuestras relaciones y la aparición de una “forma de vida” según la cual giremos en torno a lo necesario, no al exceso.
No, no es habladera de paja sobre dejarnos el pelo largo e ir a tocar guitarra a la playa. “The end of suburbia” esboza los proyectos de neo-urbanismo basados exactamente en estas relaciones: núcleos sociales (de vecinos) que producen y comparten sus requerimientos y viven básicamente de lo que producen. La otra opción -seguir consumiendo como cerdos, comprando cosas que no necesitamos, evadiendo la crítica y la evaluación sobre cúanto cuesta realmente y de dónde viene lo que adquirimos-, me parece no sólo moralmente insostenible (algo que se puede discutir), sino prácticamente imposible. El que aún no esté de acuerdo, que baje la película.