El sistema acomoda sus poderosas nalgas sobre el trono y decide que el Ateneo de Caracas será la sede de la nueva Universidad de las artes. Los sofistas de ambos bandos, la oposición y el gobierno, hacen gala de su creatividad discursiva al reciclar gastados adjetivos como “totalitario”, “mafia artística”, “dictadura” y “arte burgués”. El guerrillero intelectual piensa, estudia la mise en scène y propone otro ataque semiótico a la psiquis maniquea de una sociedad enferma.
Derrumbar muros intelectuales. Forzar las barreras. Exacerbar posiciones. Una lluvia de significantes que cegará al enemigo. El pelotón intelectual se organiza y propone la actividad artística par excellence: una representación teatral de calle en honor a la nueva directiva de esta Universidad.
La directiva respingona y enchufada se acerca a lo que era el Ateneo dispuesta a asumir sus funciones. Los espera un saludo, un reconocimiento y un respaldo de parte de la gente en la calle: Queremos teatro. Queremos más y mejores obras. Si es el gobierno quien las va a hacer, bienvenido sea. El grupo ha preparado, en homenaje a esta nueva transformación revolucionaria que impulsará las artes nacionales, un representación de calle de la obra, “insulto al público”, de Peter Handke.
Los burócratas avanzan sonrientes, aplaudiendo las iniciativas locales. Desde el escenario, las palabras de Handke suenan como un estallido, “a ti, público estúpido, público conformista y mediocre, a ti te hablo”.
Los labios curveados empiezan a cerrarse al ritmo de las arrugas que invaden la frente de los apparatchiks. La directiva, que aún tiene problemas para controlar su brazo derecho que se mueve compulsivamente de arriba abajo después de tantos años sellando papeles, trata de avanzar; el comando le cierra el paso y continúa la representación, “a ti te hablo”.
Al terminar la obra, con o sin la directiva presente, estalla la bomba de significados encima de Caracas para abrir los ojos y -ojalá-, las mentes, ante la gran pregunta, qué es arte, qué califica como tal.
El guerrillero se retira a la sombra de los libros donde yace, entre la maleza de ideas y propuestas, esperando otra oportunidad para plantar su próxima bomba semántica.
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