Proust pictórico (14)


Vista de Delft“, Jan Vermeer, 1659-1660 (Mauritshuis, La Haya).

La muerte de Bergotte

“Murió en las siguientes circunstancias: por una crisis de uremia bastante ligera le habían
prescrito el reposo. Pero un crítico escribió que en la Vista de Delft de Ver Meer (prestada
por el museo de La Haya para una exposición holandesa), cuadro que Bergotte adoraba
y creía conocer muy bien, había un lienzo de pared amarilla (que Bergotte no recordaba)
tan bien pintado que, mirándole sólo, era como una preciosa obra de arte china, de
una belleza que se bastaba a sí misma. Bergotte leyó esto, comió unas patatas y se fue a
la exposición. En los primeros escalones que tuvo que subir le dio un vértigo. Pasó ante
varios cuadros y sintió la impresión de la sequedad y de la inutilidad de un arte tan falso
que no valía el aire y el sol de un palazzo de Venecia o de una simple casa a la orilla del
mar. Por fin llegó al Ver Meer, que él recordaba más esplendoroso, más diferente de todo
lo que conocía, pero en el que ahora, gracias al artículo del crítico, observó por primera
vez los pequeños personajes en azul, la arena rosa y, por último, la preciosa materia
del pequeño fragmento de pared amarilla. Se le acentuó el mareo; fijaba la mirada en
el precioso panelito de pared como un niño en una mariposa amarilla que quiere coger.
«Así debiera haber escrito yo -se decía-. Mis últimos libros son demasiado secos, tendría
que haberles dado varias capas de color, que mi frase fuera preciosa por ella misma, como
ese pequeño panel amarillo.» Mientras tanto, se daba cuenta de la gravedad de su
mareo. Se le aparecía su propia vida en uno de los platillos de una balanza celestial; en el
otro, el fragmento de pared de un amarillo tan bien pintado. Sentía que, imprudentemente, había dado la primera por el segundo. «Pero no quisiera -se dijo- ser el suceso del día en los periódicos de la tarde.»
Se repetía: «Detalle de pared amarilla con marquesina, detalle de pared amarilla». Y se
derrumbó en un canapé circular; de la misma súbita manera dejó de pensar que estaba en
juego su vida y, recobrando el optimismo, se dijo: «Es una simple indigestión por esas
patatas que no estaban bastante cocidas, no es nada». Sufrió otro golpe que le derribó,
rodó del canapé al suelo, acudieron todos los visitantes y los guardianes. Estaba muerto.”.

(La prisionera, pág. 106)

Última entrada de la serie Las referencias a la pintura en En busca del tiempo perdido.

 

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