¿Qué no es la cultura? Comentario a J.R. Duque

Me pregunto a dónde irán a parar esos comentarios que, después de oprimir el botón “enviar”, desaparecen para siempre como si hubiesen sido engullidos por el tubo equivocado en la película Brasil. Después de leer un par de entradas escritas por el enfant terrible José Roberto Duque, decidí dedicarle algunas líneas a un comentario sobre su texto. Claro que mi comentario nunca apareció publicado: Lo que se publicó, “luego de que el autor lo aprobara”, fueron un par de reflexiones vacías y aduladoras, así que me permito dármelas de Funes el memorioso y tratar de reproducir aquí lo que escribí allá.

Vale aclarar que Duque no es el tipo de persona que borra comentarios adrede, razón por la cual me extrañó que mis líneas desaparecieran. Digamos que se lo atribuyo a un error informático o una falta de atención.

¿Cuál es el argumento de Duque? (leer su artículo) Si tuviese que resumir, diría que se basa en tres argumentos: (a) Cómo es posible que al maestro Abreu se le asigne la mitad del presupuesto de Cultura porque (b) el sistema de orquestas impone una cultura ajena a “lo venezolano” ya que (c) cultura es lo que se lleva en la sangre, no lo que hacen “músicos profesionales” quienes “copian la creación humana de generaciones”. Sólo para mantener el espíritu del texto del Duque y serle fiel a su estilo, agregaré esto: Coñoetumadre, sin ningún destinatario en particular.

No creo que tenga que explicar demasiado mi punto de vista, que se opone frontal y completamente a esta visión maniquea de la cultura, donde existe “algo original”, que “se lleva en la sangre” y que dicta líneas que distinguen lo “original” de “lo… ¿comercial?”: cuando se pierde (cito) “la conciencia de su origen, de lo genuino de su propia voz, se convierte en repetidor automático”.

Agregaré que respeto a Duque y su blog, que leo con asiduidad y nunca comento, igual que no comento en el antisemita YVKE Mundial o el racista Noticias24. No que los esté comparando, pero entre “El cayapo menol” y la gente que escribe con puras mayúsculas, es difícil intercambiar ideas allá sin ser insultado.

Sin embargo, me parece que la visión de antropólogo cultural que avanza Duque es completamente errada, anacrónica y hasta contraproducente. No hay que leer a Anthony Giddens, Alfred Schutz, Garfinkel o tantos otros para darse cuenta de que cualquier búsqueda de la cultura original, aquella que está en la sangre, está destinada a fracasar. La aproximación se me hace incomprensible (¿qué es “la sangre”?): Supongo que como soy blanco, yo debería estar tocando música vikinga. Claro que esta no es la posición de Duque. Él deja bien en claro que, por un lado, “hay que haber nacido en La Guajira para saber tocar un wootoroi” y por otro, “esa bandola que oímos hoy en Colombia y Venezuela es el producto de muchos siglos, muchas manos, muchas generaciones de disfrute y creación”, o sea que la cultura está “en la sangre” (o el wootoroi en La Guajira) pero va cambiando y adaptándose a la historia y las generaciones.

Eso es lo que parece decir el Duque, lo cual, al final y después de quitarle los adjetivos y las descalificaciones, no es más que una tesis harto conocida. Pero es aquí donde aparece el problema, cuando Duque intenta hacer juicios de valor sobre quién tiene más legitimidad de afectar cambios a dicha cultura. Es decir: Los negros oprimidos, esclavos y todos los etcéteras que le conocemos al discurso de Duque, tienen toda la libertad y legitimidad de llevarse sus tambores y adaptarlos a los sonidos de la colonia y la selva tropical. Porque lo llevan en la sangre, ¿entiendes?, no como el sifrino de Carlos Vives, que es “un fenómeno comercial deplorable” que sólo quiere plata.

Según entiendo, todo tiene su origen en mecanismos de opresión (léase: marxismo ingenuo), según el cual los “obreros” (siempre los obreros, eh, recordemos que ellos son el pueblo elegido), en el campo, sin opresión o coacción, “crean” y llevan a cabo lo que él llama “Currrtura”. En cambio, el Maestro Abreu, basándose en esquemas de opresión (que habría que explicar, yo, por ejemplo, me perdí hace rato), “impone” a los carajitos tocar Mozart, algo que no “llevan en la sangre” igual que un australiano tocando arpa (comparación de Duque).

Lo que no parece entender Duque es que, amén de los procesos de opresión (que para mí son una lectura superada más o menos desde que se derrumbó la Antropología Estructuralista, hace cuarenta años), siempre se va a llevar a cabo un proceso de creación, relectura y adaptación de los contenidos a la cultura actual. Los niños de Abreu jamás podrán tocar Mozart “igualito” que los vieneses. Ellos le dan su interpretación, su tumbao, algo que Duque parece entender perfectamente cuando se trata de Maelo soneando por encima de un montuno, pero que no ve, ni entiende, cuando se trata de un australiano tocando arpa.

Pero lo que más me preocupa en su argumento y me lleva a escribir esta nota es: ¿La lectura de Duque no termina justificando el sistema de orquestas? Es decir, si la “currrtura” es algo que los hombres van a realizar, con o sin ayuda, ¿no deberíamos justamente inyectar plata en manifestaciones “anti-sanguíneas” como la música vienesa (que no es vienesa, pero bueno)? Si la “currrtura” existe más allá del Estado, la burocracia y las subvenciones, ¿qué tiene de malo financiar una “cultura” que depende justamente del dinero estadal para enseñarse y ejecutarse?

Por ahora los dejo con esas interrogantes, veré si le digo a Duque que pase por aquí ya que mi comentario se evaporó.

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