Por qué las energías alternativas no son una solución

propaganda corporativa

Una de las concepciones heredadas y vehiculadas por la inteligencia globalizadora es la creencia en la posibilidad de sustituir nuestra dependencia petrolera por otra fuente de energía, a veces llamadas “alternativas” para mantener el infierno consumista en su lugar. La gente que cree esto (es el discurso de Bush para oponerse al pacto de Kyoto, por ejemplo), no ve problema alguno en nuestro decadente mundo, de recursos escasos, desigualdad, hambruna y guerra. Están equivocados.

Hace tiempo que venimos diciendo acá que lo que está mal en nuestro mundo no es un problema económico, político o social, es la forma en la cual concebimos la relación del hombre con la naturaleza. Es la imposición de un modelo, el capitalismo liberal a la norteamericana, como única forma de progreso económico y social (y como única interpretación de Adam Smith et al.). Las pruebas están a flor de piel: Los excesos y las limitaciones de los U.S.A., al apostar por un sistema de endeudamiento sistemático y crecimiento ficticio, empiezan a resquebrajar al país mientras grandes corporaciones especulan, roban y mienten a sus accionistas, lo cual es la moneda común de la avaricia transnacional.

Ahora, las mismas empresas que nos metieron en este hueco, las empresas que abogan por un hiper-consumo como síntoma de “comodidad”, nos vienen con el cuento de las energías alternativas, que ellos, benévolamente porque son unos santos, desarrollarán para que nosotros podamos adquirirlas. Ellos quieren convencernos de que nuestro mundo es reciclable, como un I-pod nueva generación, ahora funciona con energía eólica, no petróleo.

Pero las energías alternativas tienen tantas complicaciones que creer que lo que esperamos es un simple Einstein capaz de encontrar el eslabón perdido –una especie de Cristo post-petrolero-, no es realista. He aquí el porqué.

Lo que necesitamos es la energía eólica, o solar, o verde, o [rellene con su solución mágica].
Lo primero que hay que entender, es que el petróleo es una fuente de energía altamente concentrada, que se formó durante miles de años y que el ser humano quemó y vertió en el ambiente en menos de dos siglos. Amén de la catástrofe ecológica que todos conocemos, debemos meternos en la cabeza que no existe energía alternativa capaz de sustituir al petróleo.

Como ejemplo, veamos esto: El cálculo de los requerimientos energéticos de una casa europea se eleva a aproximadamente 31 MWh por año. Esto es más o menos 2838 litros de gasolina o tres metros cúbicos. En gas natural, requiero tres mil metros cúbicos, para producir la misma cantidad de energía. No es exagerado, esa es la ecuación que tenemos enfrente: tres metros cúbicos de gasolina equivalen a tres mil metros cúbicos de gas.

Entonces, si la casa tiene 200 metros cuadrados y se le cubre toda de paneles de energía solar para convertir eso en energía eléctrica, si suponemos que en Europa en invierno hay un promedio de cuatro horas de sol por día, obtenemos esto:
200m2 x 100 Wh/m2/h x 365 días x 4 hr/día = 2920 kWh por año.
2970 kWh por año = 3 MWh por año.
Valga decir, que estamos obteniendo sólo diez por ciento del requerimiento energético anual de la casa.

Se puede argüir que estamos subestimando la tecnología solar o que un mejor aislamiento de la casa evitaría perder energía. Puede ser. Pero vemos la cantidad de problemas, en cuanto al requerimiento de espacio y consumo, para que un solo ser humano viva sustituyendo el petróleo.

Podríamos hacer lo mismo con las demás formas de energía, con resultados más o menos similares (excepto lo nuclear, claro). La pregunta es: ¿Ante este sin sentido, no sería mejor plantearnos un cambio en nuestra forma de vida? ¿Un consumo racional, digamos?

Ya verán el repuntar de las llamadas “energías verdes”. Estas serán las nuevas formas de diagnóstico de nuestro sistema post-capitalista ya que, para echar a andar nuestros automóviles y posar calmadamente nuestras nalgas en la tapicería importada, habrá que aceptar las hambrunas ligadas a los cultivos no comestibles. Habrá que escoger: ¿Es preferible conducir el automóvil y darle la espalda a los millones que quedarán desahuciados al ritmo de los tanques de “energía verde” chupando los campos cultivables?

Sólo sería una paradoja más en nuestro sistema capitalista, razón para construir muros mejores y más grandes, atalayas que distinguirán los que chupan de los que mueren de hambre. Al sistema y a las transnacionales esto no les genera ninguna contradicción ya que, igual que erigen muros mentales donde rebotamos nuestra mirada y detenemos la reflexión sobre las condiciones de trabajo y el origen de los calzados importados de Asia, les será fácil evitar que veamos las consecuencias de nuestro consumo energético o lo que es igual, que enfrentemos y aceptemos el hecho de que en nuestro mundo vale más una plantación de etanol o bio-diesel que la vida de un africano o un sudamericano.

paradoja
“me da el bambucito de la izquierda, la negrita de la derecha no la quiero, gracias”

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