Es obvio para mí que la música que se escucha es un correlato, no solo de cómo se ve la vida, sino de cómo se actúa en el nivel moral y ético. Mi primera novela trabajaba esto, y aquí tienen una prueba empírica de lo que digo…
En “Anécdotas de la decadencia caraqueña”, el protagonista, un ser algo introvertido, intenta expresar sus frustraciones (humanas) y conseguir un lugar en la sofocante clase media de una sociedad que no comprende. El estilo literario era minimalista y directo, buscando crear en el lector una reflexión orientada a evaluar sus propios valores y los de la ciudad que lo ha influido.
En ese sentido, el mayor eje que el protagonista consigue para aliviar las contradicciones “de una ciudad que se cree moderna”, como dice Rimbaud, es la música. Para cada tipo de persona debe existir una línea musical que marca en paralelo su vida, que le da sentido. Si bien el personaje principal exagera esto, pasando horas sin poder escoger qué disco escuchar, creo que en cierto nivel tenía razón. En lo personal, creo que se puede, si bien no “juzgar” o “evaluar” a la gente a partir de la música que escuchan, al menos saber por dónde van, y hasta hacer aproximaciones de su coeficiente intelectual (en el caso de los oyentes de música tipo Shakira).
¿Será esta una hipótesis válida? Dificil decir. Pero al menos en el video que les coloco a continuación, verán que algo de cierto hay en esto… ¡Pobre i-pod! (para los que no hablan inglés: Beach Boys, Beatles, Alan Jackson, The Angles, The Archies, Bee Gees, Aretha Franklin, Don McClain… mucho Country, y la afirmación “para escucharlo todo, simplemente lo coloco en “shuffle” -al azar).