Anécdotas de la Decadencia Caraqueña

Reseña aparecida en El Cojo Ilustrado


Anécdotas de la Decadencia Caraqueña

Publicado en: http://elnuevocojo.com/Literatura/anecdotas.html

Manuel Cabré, El Ávila desde el Country Club, 1946 Colección del Banco Central de Venezuela


Vicente Ulive, nuestro muy apreciado colaborador, ha publicado su primer libro “Anécdotas de la Decadencia Caraqueña”, y aquí le presentamos un extracto del mismo. Atacando con humor y honestidad a la muy particular clase media venezolana, Vicente nos ofrece una radiografía del orden social del país como hemos visto en muy raras ocasiones. Moviéndose entre Easton Ellis y lo Seinfeldiano, la novela revela un mundo de excentricidades que aunque a primera vista puede ser clasificado de humor, un análisis posterior diagnostica un drama. Uno existencialista que apunta hacia las peores características de nuestro gentilicio y la razón de muchos de nuestros problemas.


En el próximo número del Nuevo Cojo Ilustrado publicaremos una entrevista con el autor, pero desde ya puedes conocer más acerca de él leyendo sus artículos en la sección de Venezuela o en su página web personal en la siguiente dirección: http://mapage.noos.fr/krisis/indice.htm

Y para ahorrarte el trabajo de escribirnos preguntando donde puedes comprar el libro; el mismo esta disponible en los siguientes locales:

Librería Lectura (C.C.C.Chacaito); Librería Suma (Sabana Grande); Monteavila Editores (Teatro Teresa Carreño) y, por supuesto, en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela.

Anécdotas de la decadencia caraqueña (extracto-Segunda Parte, cap.1)

Fucking despertador. Los caraqueños siempre hablamos con palabras cool norteamericanas. No sé qué hora es (debí haber metido un “fucking” en el medio, para que fuera “qué fucking hora es”). Es de mañana, de eso no cabe la menor duda. Detesto las mañanas. No lo digo igual que todo lo demás, como puedo decir “detesto el hígado encebollado”, lo digo en serio. Detesto las mañanas. Me imagino que tendré que pararme, a fin de cuentas, eso es lo que uno hace en las mañanas, ¿no? Debería estudiar de noche, o buscarme un trabajo nocturno o algo. La cosa es que igualmente no me dejarían dormir. Hubo una época muy bonita de mi existencia donde lo que hacía era dormir todo el día. De noche, cuando la gente estaba encerrada en sus casas, cuando todo era paz y tranquilidad, yo vagaba y pensaba y vivía. Todo era tan perfecto, tan calmado… nadie gritaba, nadie corría por las calles mirando su reloj y pensando que llegaría tarde a la oficina. Pero claro, están las convenciones sociales, y éstas me obligaron a afrontar las mañanas despierto. Lo que pasó es que mi madre no veía el asunto de la misma manera en que yo lo hacía, y un día me despertó a escobazos. En serio. Me azotó y me llamó holgazán o algo por el estilo, que su casa no era un hotel y todas esas estupideces que ya conocerán porque, a fin de cuentas, a todos nos ha pasado alguna vez.

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