El castillo de Chenonceau y el pueblo de Amboise son también unas buenas opciones.
El castillo de Chenonceau es probablemente el más famoso de toda la región. Es el “must” sobre todo porque está muy bien decorado y conservado. Se pasa por un inmenso túnel de árboles antes de irse acercando poco a poco al castillo en sí.
Cuando se entra se pueden explorar todas las habitaciones, un recorrido que lleva aproximadamente hora y media. Se pueden ver las camas (dormían sentados, para la época, los muertos son los únicos que se acuestan) y se puede ver la cocina y los diferentes muebles.
Nunca he sido muy fan de este período (o bueno, de todo lo que tiene que ver con reyes), ya que parece revestido de mal gusto. Como este marco de cuadro, hecho en oro macizo para demostrar su “imponente” dominio sobre el dinero:
Más chaborro, imposible. Pero se puede ver también como los barcos pasando por el río se abastecían en el puente que daba justo a la cocina y otras maravillas arquitectónicas.
Luego se puede pasear por los jardines y tomar fotos “artísticas” como hacen todos los turistas con cámara desechable; todos vamos buscando el ángulo perfecto para que en la reunión con los panas te digan que tus clichés están “bonitos”. Hice lo propio.
Después fuimos al borde del río Loira hasta llegar al pueblo de Amboise, uno de los de la región.
Este pueblo es bien bonito (y típico): con su reloj de época que marca la entrada a la ciudad y sus casas aún conservadas.
sólo faltaba ir a una cava de vinos… ¡sed! Eso lo dejamos para el último post…
No te podias ir sin haber visitado el valle del Loira y sus castillos, es demasiado bonito.
Pero hay que saber que la mayoria de los muebles y decoracion de dichos castillos no tiene nada que ver con ellos, que muchos han sido reconstruidos n-veces y que en general la experiencia tiene mas de Disneylandia que de paseo por un museo, demasiadas cosas inventadas y/o puestas solo por el placer de verlas.
Pero bueno, el resultado es agradable y poco importa que no tenga ningun rigor historico.