Presidente de Francia solicita cerebro (inteligentes abstenerse)

Señoras y señores: Helo aquí, nuestro último monigote democrático-liberal. De talla relativamente pequeña, su verbo encolerizado garantiza divertir hasta a las visitas más conservadoras, mientras sarkocito se sienta en tu regazo y vocifera improperios contra todos aquellos que no sean demócratas como él.

Lo que hacía falta en Francia (y tal vez en toda Europa) era eso: un bichito dinámico, especie de cruce entre el conejito Energizer y los muñecos Troll. Ya basta de reflexionadera, pásenle la batuta a Sarkozy, que ese sí que hace. Sarkozy va, en pre-campaña, a reunirse con los sindicatos obreros y, después de un frugal buffet de salchichón y anís galo, declara: “¡Qué vivan los obreros! ¡Los obreros, carajo! ¡Qué sería de Francia sin ustedes! ¡Aumento para todo el mundo! ¡Empleo! ¡Cotizaciones!”, mientras lanza una bola criolla y hasta le da una calada al cigarrillo enrolado a mano por el miserable que ya no se puede pagar sus Marlboro.

Acto seguido, Sarko se reúne con el patronato (el Medef) y con igual energía, aunque diferente verbo, exclama, “¡qué grandes los patronos! ¡Eso es lo que hace falta aquí! ¡Francia de empresarios! ¡Menos impuestos para ustedes! ¡Pagan menos cotizaciones! ¡Inversiones, inversiones y más inversiones!”, mientras la grasita del bouef bourguignon le corre por la mejilla y se mezcla con la copa de Chateau Neuf du Pape del ’79.

Claro que el único problema de ser un enano psicótico disociado resentido envidioso liberal conservador reaccionario hipócrita pseudo-culto experto instantáneo acomplejado rock star wannabe baboso lascivo con ínfulas de David Beckham, es que, después de las elecciones, hay que trabajar.

De pinga, que el carajo mande a re-lookear a sus ministras femeninas, llamadas ahora las “Sarkozettes”. ¿Quién no quiere una tipa presentable y hasta sexy como ministro? Menos Bachelet, menos Merkel, más Rama Yade, digo yo.

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En traje cruzado tres botones, chaqueta blanca con hombreras o vestido de noche, el Presidente “bling-bling” le da un estilo a la mediocridad de sus ministros

Pero no se puede ser tan cagón francés (porque no tiene otra palabra, una vaina es ser cagón, otra ser cagón francés) como para llegar a la fiesta vestido de llanero solitario, yo-lo-arreglo-todo, soy-el-Zidane de-la-política, ¡oligarcas, temblad! ¡Comunistas, temblad! ¡Mujeres, temblad, que la ley de la “L” no aplica!, y terminar siendo la puta de turno. No que tenga nada contra las putas, pero Sarko, asúmelo: Eres un cagao’.

¿Qué pasó con “tener una política exterior coherente con los valores de la Francia”? ¿Son “los valores de la Francia”, quedarse callado como una puta cuando el chulo de Putin hace lo que le da la gana? ¿Le tienes miedo al cachetón? ¿Pa’ qué te pones el uniforme si te daba miedo jugar y que te metieran un patadón?

¿Qué pasó con Fidel, bro? Tremendos valores. ¿Qué pasó con Ahmadinijad? ¿Y los derechos que ibas a defender en Irán? ¿Y la libertad, y tal?

No. Sarkozy se olvidó de todo eso, igual que del Tibet. Ridículo, que la posición de la “tradicional” Francia sea decir que en China “todavía queda mucho por hacer en Derechos Humanos”. ¿Qué coño significa eso, bro? ¿No vas a decir nada del Tibet?

En cambio, Sarkozy pasa su tiempo paseando con ex-modelos y hablando de huevonadas como que progreso es cumplir cuotas impuestas sobre la expulsión de los inmigrantes. Vamos bien, botamos a 300 mil negros. Hay menos robos: Antes no había ninguno, ahora hay menos. Y más cámaras policiales, concesión dada quién sabe a quién.

Pero que me perdone el lector si es que se me fue la chaveta. Ahora lo entenderán todo: Verán por qué “hijo de puta” es un adjetivo que, usado con Sarkozy, denigra a las putas. ¿A qué me refiero?

A la ley de “retención de seguridad”. Explico: Los prisioneros que hayan pasado quince años o más, presos, al cumplir su pena, son evaluados por una comisión, que decide si se puede dejar libre al sujeto. Si no, se le aplica la “retención de seguridad”: Se le mete en otra instalación, “transitoria”, donde el sujeto permanece, de manera indefinida, hasta que el Estado decida que es “seguro” soltarlo.

Sí, leyeron bien. No, no invento nada. Ahora la pregunta del millón de lochas: ¿Quién es el autor de esta ley? ¿De dónde se la copiaron? Al azar, así como que sin pensar mucho: De… ¿Hitler?

La “ley de la retención de seguridad” fue pasada por el gobierno alemán en los años treinta. Pregunto, por ignorancia, ¿cómo les fue? ¿Funcionó?

En esas estamos, por Europa.

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