Un colega hace llegar a mis manos este libro del narrador venezolano Fedosy Santaella, cuya originalidad, frescura y propuesta literaria merecen más que una simple nota. Ampliamente recomendable, “Las peripecias inéditas de Teofilus Jones” es una excelente opción para lectores de todas las edades (aunque no demasiado jóvenes, eh) y funciona muy bien en distintos niveles.
Si algo me sorprendió agradablemente en el trabajo de Fedosy fue el respiro de encontrar a alguien tratando de escribir desde su propia trinchera, sin concesiones. Sin ser para nada conocedor del panorama literario venezolano y como simple e ingenuo lector de las pocas cosas que caen entre mis manos, admito que me cuesta entusiasmarme (y no dormirme) con la mayoría de los textos que se me atraviesan. Sin ánimos de criticar a nadie en particular y sin excluirme para nada de la reflexión, el ambiente general de las artes cuneiformes en el país se me hace anacrónico y gastado. Los escritores venezolanos parecemos presos de la literatura argentina de los años ’60: todos quieren ser Cortázar, Sábato, Borges. Con tantas cosas interesantes que trabajar en Venezuela, la mayoría nos empeñamos en escribir cuenticos pseudo romanticones, con largos paseos y reflexiones por un Boulevard entre cigarrillos y café. “La maldición de la Maga”, deberían llamarle.
Del otro lado de la misma calle, encontramos una serie de relatos en primera persona, dizque transgresores, supuestamente rebeldes porque el personaje fuma porros o se cae a pases. El cuento del escritor o estudiante de letras que está –otra vez-, buscando perico por las calles de Caracas para cogerse –otra vez- a una “jeva”. *Bostezo*. Todos somos Bolaño, en la ciudad de los techos rojos. Nada más aburrido, francamente, que un “escritor” que se aparece con algo que bien podría ser un capítulo sobrante de “Los detectives salvajes”, escrito desde la comodidad de una vida burguesa que Bolaño se empeñaba en demoler y rechazar violentamente (y que le costó la vida).
Gracias a Dios existen excepciones. Por ejemplo, el libro de cuentos de Carlos Villarino, “El otro infierno”, donde la voz y la visión del autor aparecen claramente, sin fotocopias, sin demasiados referentes.
Es por eso que me sorprendió gratamente la novela “Las peripecias inéditas de Teofilus Jones”, un trabajo completamente inclasificable. La espiral de delirio creativo que atraviesa el libro lo hace subir in crescendo hasta llegar a algo reminiscente a William Burroughs.
La primera parte (los primeros capítulos de la novela) son los que más me divirtieron, no sin razón. Santaella nos introduce, sin preámbulos, en la vida de su personaje principal, un burócrata que trabaja para la policía de una nación totalitaria, liderada por el “Sacerdote de la nación y Supremo Presidente”. Los empleados devienen “Clones de la libertad” por decreto del Supremo, lo cual los hace instantáneamente felices.
“En tres años me volví en experto de la burocracia al servicio de la policía. Después, cuando El Unánime Benefactor lo decretó, fui un clon. Un clon burócrata en regla, con barba, con uniforme, con las manos largas, con pequeños ojos de hurón, malhumorado y de nuevo virgen (…)”. (P. 47).
Este contexto le sirve al autor para avanzar una serie de críticas y reflexiones sobre la sociedad actual que no escaparán al lector. La novela funciona en gran medida por la fuerza que le imprime el personaje principal, especie de Henry Miller trabajando en Recursos Humanos en Trópico de Capricornio, pero psicodélico. El único goce que tiene Teofilus en su vida es ejercer con saña su pequeña parcela burocrática para joderle la vida a los demás, sobre todo a quienes creen que la tienen fácil.
“Yo soy el laberinto, yo te pierdo, yo te desespero, yo te manipulo a mi antojo. ¡Ah, los sonrientes, los de los dedos fáciles y pródigos, esos son mis preferidos! A ellos los hago volver mil veces, llenar carpetas y planillas, comprar estampillas que no existen, pagar en bancos atiborrados de gente, sacarse fotos con fondos blancos, negros, azules, anaranjados, irisados. Por mí firman mil veces, y mil veces yo les digo que esa firma no es igual a la original, que esa firma varía en esta raya, en esta curvita, que no, que no es aceptable. Bajo mi mandato, deben volver a llenar las planillas. La PG-21, la A-1, la B-12, la XXX-18, la R, la TP, la F-16, la AK-47, la C4, la UB40, la U2 (…) y todas las demás”. (p. 16).
El personajillo, que no escatima en liberar la energía orgónica que le produce tanta burocracia en los baños de su trabajo, será reclutado para una misión muy especial, que lo llevará a enfrentar monjes karatecas, mercenarios belgas, prostitutas (varias), enanos circenses y cantantes de ópera, antes de entender su papel en el futuro de la nación.
Si tienen la oportunidad, échenle un ojo, no se arrepentirán.
Estimado lector:
Me ha llegado tu nota. Mil gracias por comentar, pero sobre todo por leer. Muy halagado por tus comentarios. Se hace lo que se puede, y ahí vamos, intentando el camino propio. Échale un ojo a mi libro de cuentos Piedras lunares, está publicado por Ediciones B, y se consigue en las Nacho principalmente.
Vaya mi más afectuoso saludos
Fedosy
Estimado escritor:
Gracias por comentar, pero sobre todo por escribir (los libros, digo).
Tengo pendiente otro de tus trabajos, el cual revisaré cuando termine de repasar ciertas cosas. Salí tan aterrado de las librerías de Venezuela, inundadas de Titina Penzini y Sexos sentidos peor que el Estado Miranda, que tuve que venir a refugiarme en el regazo de Marcel Proust y Flaubert.
Estamos en contacto, un saludo.
Gracias a la persona que publicó este comentario. Teno el libro desde hace meses, pero no le he podido leer, incluso fue uno de los que me traje a mi mudanza a México, en donde no se consigue literatura venezolana. Con lo que no estoy de acuerdo es con eso de que la literatura venezolana está estancada en los años 60. Hay una movida interesante en este momento. Tampoco soy una experta en el tema, pero mi tesis estuvo un poco relacionada con eso y tengo alrededor de cinco años estudiando el tema en mis ratos libres. De los escritores actuales recomiendo “Ciudades que ya no existen” del mismo Fedosy Santaella. Ese fue el libro que me interesó en el autor.También vale la pena leer “La otra isla” de Francisco Suniaga, los libros de cuentos de Carmen Vicenti, “Latidos de Caracas” de Gisella Kozak, “La huella del bisonte” de Héctor Torres y la recopilación de cuentos de Federico Vegas, “La carpa y otros cuentos”. Y así como he leído ya esos, tengo una cola de libros esperando ser leídos (de Ana Teresa Torres, Federico Vegas, Oscar Marcano, etc, etc)
Respondiendo a otro de los comentarios que han posteado, la situación de las librerías venezolanas es muy triste! Lo que ha hecho el tema del control de cambio…
Gracias a la persona que publicó este comentario. Teno el libro desde hace meses, pero no le he podido leer, incluso fue uno de los que me traje a mi mudanza a México, en donde no se consigue literatura venezolana. Con lo que no estoy de acuerdo es con eso de que la literatura venezolana está estancada en los años 60. Hay una movida interesante en este momento. Tampoco soy una experta en el tema, pero mi tesis estuvo un poco relacionada con eso y tengo alrededor de cinco años leyendo autores venezolanos en mis pocos ratos libres. De los escritores actuales recomiendo “Ciudades que ya no existen” del mismo Fedosy Santaella. Ese fue el libro que me interesó en el autor.También vale la pena leer “La otra isla” de Francisco Suniaga, los libros de cuentos de Carmen Vicenti, “Latidos de Caracas” de Gisella Kozak, “La huella del bisonte” de Héctor Torres y la recopilación de cuentos de Federico Vegas, “La carpa y otros cuentos”. Y así como he leído ya esos, tengo una cola de libros esperando ser leídos (de Ana Teresa Torres, Federico Vegas, Oscar Marcano, etc, etc)
Respondiendo a otro de los comentarios que han posteado, la situación de las librerías venezolanas es muy triste! Lo que ha hecho el tema del control de cambio…
Gracias por comentar, Cris.
Lo más chocante de todo es que un libro cueste en Venezuela el 10 por ciento del sueldo mínimo. Así es imposible comprar libros, mucho menos arriesgarse a dejar una jugosa tajada del cheque en libros experimentales de autores poco conocidos.
Lamentable…
De acuerdo. El sueldo se me iba comprando libros. Y si quieres un libro de afuera, prepara el bolsillo…si es que lo consigues
Sobre los libros que te comenté, créeme que valen la pena.
Mis panas antes destinaban su cupo Cadivi a libros, revistas y música, pero ahora, como sufren de escasez de repuestos de carro, neveras y demás, lo guardan para esas reparaciones…
Así estamos.
Sobre los libros, sin duda; muchos los conozco y podría agregar unos cuántos, pero sin ánimos de polemizar, el ambiente me parece que sigue dominado por referentes paradójicos, por aduladores de Bolaño que actúan con políticas de exclusión y antipatías de divo que Bolaño detestaba.
Igual eso ya no me concierne, agarren su gallo muerto que mi próxima novela será publicada en Europa, donde el ambiente ha sido caluroso, sincero y poco hostil.
Saludos