los anarquistas frente a las elecciones

La gente de El Libertario, vocero de los movimientos ácratas de Venezuela, acaba de sacar su nueva revista (Nº60), de circulación y descarga gratuita. Contiene su visión sobre las elecciones y su postura ante el 26-S. Esta semana estaremos intentando reflexionar sobre las posibilidades y alternativas de estos “comicios”, por lo cual el editorial de los anarquistas sirve de excelente contextualizador.

“El discurso del presidente ecuatoriano Rafael Correa, en el marco de las
celebraciones del 5 de julio en Caracas, permite aclarar un poco más el
papel de los gobiernos autodenominados “progresistas” en América Latina.
En su alocución, el primer mandatario atacó a las organizaciones sociales
de su país que conservan autonomía y capacidad de convocatoria:
ecologistas e indígenas, quienes sin eufemismos han caracterizado como
neoliberal y capitalista la continuación del modelo desarrollista basado
en la exportación de hidrocarburos: “Quieren impedirnos extraer nuestros
recursos, no nos sirve ser mendigos y estar sentados en un saco de oro”.
Correa expresó con claridad quienes constituían la principal amenaza para
el tipo de gobernabilidad que representaba: “El mayor peligro para los
socialistas no son los escuálidos ni los pitiyanquis (…) son los que
toman nuestras banderas y con infantilismo ridículo toman nuestros
discursos y le hacen daño. Hay que estar atentos con el izquierdismo
infantil del todo o nada que es el mejor aliado del estatus quo”.

El modus operandi de la “revolución ciudadana” tiene parentescos con los
procesos adelantados tanto en Bolivia como en Venezuela. Las expectativas
generadas por la elección de un presidente indígena en el país del
Altiplano, se han venido desinflando debido a la continuación de políticas
extractivistas, acuerdos con las compañías trasnacionales y la
subordinación de las aspiraciones de mujeres, indígenas y ecologistas a
los denominados “grandes asuntos de interés nacional”. Desde Caracas, por
su parte, se ha revertido el proceso de nacionalización de la industria
petrolera tras el establecimiento, por la vía de los hechos, de empresas
de capital mixto en donde compañías como Chevron, Repsol y BP son socias
del Estado venezolano. No es casual que esta subordinación al mercado
planetario energético, en tiempos de globalización, ocurra a través de
líderes carismáticos y de retórica izquierdista en países cuyas sociedades
demostraron significativa capacidad de resistencia y movilización contra
los programas de ajuste neoliberal en la década de los noventas.
Iniciativas que eran casi impensables quince años atrás, debido al rechazo
popular que hubieran generado, hoy puedan instrumentarse cómodamente, tras
construir un modelo de gobernabilidad basado en incorporar antiguos
sectores antisistema al engranaje estatal, con una frenética campaña
disciplinaria y de marketing para transformar en “revolucionarias”
políticas de entrega de los recursos naturales a los principales
compradores internacionales.

En este esquema, en el que conviven las apetencias de poder locales con
las bolsas de valores mundiales, Venezuela se promociona a sí misma como
vanguardia, en parte por la mayor capacidad de negociación que representa
el poseer las más grandes reservas de gas y petróleo de la región. Sin
embargo, a diferencia de sus pares, la jefatura del “Socialismo del siglo
XXI” tiene como soporte a los movimientos sociales más débiles e
institucionalizados del continente. La ausencia de un discurso e
historicidad propia, la repetición de la cultura política adeca, la
sustitución de los lazos de solidaridad horizontal por la fidelidad
incontestable con la cúspide del poder así como la electoralización de sus
agendas de movilización, forman parte del desierto movimientista creado
tras una década de gobierno bolivariano. Es por ello que los ingredientes
de la receta exitosa durante la década se repiten en la proximidad del 26
de septiembre, en donde las aspiraciones y exigencias populares deben
hipotecarse al día después de las urnas electorales. Sin embargo, los
tiempos no son los mismos. Todas las evidencias reflejan el progresivo
desgaste de la hegemonía bolivariana. Y este descontento, cosa muy
significativa, no está acarreando agua al molino de los partidos y
tendencias desplazadas del poder en 1998.

Si algo hemos aprendido de los últimos años es que las verdaderas
transformaciones no surgen por decreto, por mágicas sustituciones de
nombre o por el altruismo de caudillos o líderes providenciales. Los
cambios, profundos y auténticos, surgirán por la cultura y beligerancia
generada desde las iniciativas sociales y populares autónomas, de base e
independientes. No son los votos los que acabaran con la pobreza y las
injusticias, sino nuestro hermanamiento desde los conflictos en los que
participemos y el apoyo con todos y cada uno con los sectores en lucha por
la dignidad humana. L@s anarquistas, y muchos otros y otras, sabemos que
nuestro puesto no es la Asamblea Nacional ni el Palacio de Miraflores.
Nuestro lugar se encuentra junto a los trabajadores tercerizados y
precarios del país, los indígenas que pelean por sus tierras, los
familiares de las víctimas de abuso policial, las organizaciones de
derechos humanos, los artistas que no venden su arte ni al mercado ni al
Estado, los presos y presas por protestar y las minorías sexuales”.

Unos tipos que están claros.

Descarguen el resto de la revista El Libertario, acá.

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4 Responses to los anarquistas frente a las elecciones

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  2. vinz says:

    En Verbo del Fuego (http://verbodefuego.blogspot.com/), el autor intenta ampliar esta visión. Échenle un ojo:
    “Frente a una realidad que nos aplasta con el alto costo de la vida, el desempleo, la inseguridad, etc. pareciera que los políticos de turno (tanto oficialistas como opositores) constituyeran una esperanza real para el pueblo, porque a cambio de votos nos ofrecen la oportunidad de un país nuevo y mejor. Sin embargo, si tomamos en consideración que en los últimos tiempos la explotación se ha venido agudizando, desde el abandono de los deseos más íntimos hasta la rutina diaria y la cotidianidad, en la dinámica de una vida más pesada y con menos tiempo para el cultivo de nosotr=s mism=s y la comunidad; si vemos todas las acciones de los políticos y sus partidos, no por mejorar la situación, sino para hacerse aplaudir por un pueblo encandilado con promesas de justicia social y libertad; y si, por último, nos damos cuenta que todas las gestiones buscan satisfacer las necesidades de las grandes corporaciones, de las transnacionales y, en general, de la conservación de la estructura y el poder, veremos en seguida que en nada se ha contribuido a la emancipación real del pueblo… si acaso a alargar su propia cadena”.
    http://verbodefuego.blogspot.com/
    Mañana publicaré algo sobre mi propia posición ya que creo que la idea de la abstención es *nefasta*.

  3. PACO JONES says:

    Estoy totalmente de acuerdo con el análisis de El Libertario respecto de la situación venezolana y su valoración acerca del chavismo, sus émulos y asociados, así como su opinión acerca de la oposición y sus dirigentes. Pero aunque el proyecto hegemónico de Chávez comienza a hacer agua, sigo sin ver que esos movimientos horizontales, independientes y de base tengan un peso político y una organización que les permita llevar adelante iniciativas autónomas que puedan cambiar las estructuras y modificar las políticas, ni siquiera a niveles comunales. La lucha se da, pero termina estrellándose y fracasando ante los poderes del gobierno de turno, no pasando de ser escaramuzas que pueden tener poder propagandístico y de denuncia, pero sin resultados concretos. Finalmente, ante el desgaste, los dirigentes terminan negociando y el colectivo se desilusiona. Se trata de un juego de poder y esas células promotoras de cambios positivos deben remontar un largo y tortuoso camino, sobre todo cuando cargamos un par de siglos de mentiras a cuestas, donde desmitificar, por ejemplo, la figura y supuesto ideario de Bolívar, implica luchar contra una creencia religiosa, que no admite discusiones racionales cuando el interlocutor no tiene ni la formación ni la información necesaria para poder mantener una discusión provechosa. Chávez ha agitado varias banderas y la mayoría del pueblo lo siguió en un principio. Luego muchos se fueron desilusionando por el camino, pero esos, en su gran mayoría, no se han atrevido a enfrentarlo, porque esas banderas traicionadas siguen siendo la única esperanza que le queda al pueblo y es más fácil tildar al disidente de traidor, que reconocer que una vez más los han engañado. Indudablemente hay reductos de verdaderos luchadores sociales, que siguen incansablemente organizando comunidades en torno a reivindicaciones e ideales, líderes sindicales que no han caído en la trampa de la corrupción, pero son una minoría no organizada, no relacionada entre sí. Y cuando llega el momento de organizar a esas diversas organizaciones de disidentes, que no se identifican con el gobierno ni con la oposición de los partidos de la cuarta, debemos pensar en un Movimiento y ahí empezamos a repetir los errores de cualquier organización política: La pelea por la dirigencia, las divergencias en cuanto a las metas, las tácticas, la estrategia.
    Por eso, mientras los amigos ácratas de El Libertario no me puedan mostrar algo concreto, una luz, un camino viable, a mis 66 años, con mis desencantados recuerdos de militante comunista por más de cuarenta años, no me queda otra que apretarme fuerte la nariz y salir el 26S a votar contra Chávez, no por la oposición. Porque estamos viviendo las consecuencias de la abstención suicida de los tarados de la Cuarta y otros extremistas infantiles, de eso no les quepa la menor duda y si no se para a Chávez, esos embriones de organizaciones de base se van a morir en el útero, porque cinco años más de AN con mayoría chavista van a abortar y controlar cualquier forma de organización popular.

  4. vinz says:

    Sí, Paco, coincido. Es más, no es exagerado constatar los atropellos que el Ejecutivo ha promovido gracias a la posesión de una Asamblea unicolor. ¿Sirve de algo repetir la experiencia de hace cinco años?
    Acabo de publicar algo, un poco cínico (¿hay otra forma de ver esto?), sobre las elecciones, justificando mi posición.
    Saludos.

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