Cómo funcionan las elecciones en una democracia (y por qué votaremos en dos bloques)

reforma

Debemos pensar un momento sobre la lógica inherente a la “democracia”, una moneda de dos caras. Primero, existe la “democracia” como nos la venden: una procesión edulcorada donde los ciudadanos marchan alegremente a depositar su voto en una urna; y luego está la “democracia como elección”, un fenómeno muy distinto que se basa en la predicción, por parte de los círculos de poder, de las intenciones de voto de los ciudadanos para adaptar dichas intenciones a los intereses del status quo.

Quien crea que la democracia –o la política en general-, se basa en el principio de afectar los cambios necesarios en el gobierno de cara al progreso, se defraudará rápidamente. La “democracia” mundial del siglo XXI se sostiene sobre una flagrante contradicción: mantener los centros de poder inalterados y, de ser posible, profundizar su dominio económico y por ende social; mientras por otro lado se reviste este movimiento de un papel de regalo “electoral”, donde se le dio a los ciudadanos la “posibilidad” de cambiar las cosas, pero qué pena que hayan escogido seguir siendo abusados por los mismos de siempre. Los norteamericanos “escogerán” el año que viene entre Hilary o Giuliani, entre perro caliente o hamburguesa, una dieta de desnutrición orquestada por las empresas de siempre (Halliburton, Lockheed-Martin, Monsanto, etc.) donde lo único que se puede cambiar es la salsa.

El movimiento es ingenioso: El gobierno hace la función de para-psicólogo e intenta “predecir” las intenciones y creencias de los electores, adecuando su oferta política y haciéndola ver como producto de su increíble talante democrático, su capacidad de Piache, el único de la tribu capaz de entender lo que la gente quiere. Los demás partidos intentan a su vez producir lecturas alternativas siempre y cuando no traicionen sus “principios” de base, principios que son tan generales que siempre podrán ser acomodados a las necesidades políticas de turno. De ahí que el Partido Socialista francés, por ejemplo, haya acudido a las elecciones con un discurso de “seguridad” y “economía fuerte”, para intentar robar protagonismo a la avanzada derechoide liberal del señor Sarkozy.

En Venezuela vivimos actualmente un movimiento similar, aunque con algunas diferencias. En primer lugar, no estamos ante una elección presidencial, lo cual evita el problema temporal que tienen los candidatos: el saber que los días de campaña están contados y que deberán “convencer” a una cantidad del electorado de que ellos representan sus “deseos” antes de la fecha determinada. En Venezuela el gobierno introduce la reforma constitucional, controla la asamblea, el Consejo Nacional Electoral y en buena medida el Tribunal Supremo de Justicia. Es como jugar monopolio con un adversario que posee de entrada todos los hoteles y tarjetas de “salida de la cárcel”. Usted igual tiene la posibilidad de tirar los dados, y esto se le vende como “democracia”.

Sin embargo, la oposición testaruda y gritona ignora -en su miopía que no ve más allá de Chávez-, que la frustración que vive es normal y típica de cualquier gobierno fundado sobre esta “democracia”. No se puede denunciar al gobierno por hacer exactamente lo que todos los demás partidos del mundo hacen, de manera más o menos explícita: Intentar quedarse en el poder. El único objetivo del poder es perpetuarse en él, por los medios que sea. Y no es Venezuela el primer país donde el gobierno intenta, por todos los medios posibles, que se aprueben sus propuestas.

Lo que cambia aquí es que hoy en día, los métodos “para-psicológicos” son completamente científicos, se llaman “estudios sociológicos”, basados en la estadística a partir de las encuestas. Esto permite predecir, de forma casi exacta, cómo es percibido el discurso político en un momento dado y cuáles serán las intenciones de voto de las personas. Basta hacer cambalaches entre discursos, ofertas electorales y expectativas hasta obtener un ¡bingo!, la permutación que designa la victoria electoral.

Eso es lo que ha sucedido y es la única razón por la cual la elección ha sido dividida en bloques. Las justificaciones son para los soñadores: que si Chávez quiere deslastrase de la A.N., que si no le gustó el 337, que si va a combatir a los parásitos arribistas… Todas esas son excusas psicológicas estudiadas por el gobierno para que la gente apoye su propuesta de reforma y gane las elecciones, ya que todo retroceso sería percibido como derrota.

El gobierno sabía que de proponer la reforma en un solo bloque, las encuestas estaban muy cerradas sobre su aprobación. Ningún militante chavista, excepto los adefesios repetidores, vio con buenos ojos la reforma del 337. Esta jugada magistral del gobierno no sólo le garantiza la victoria electoral al redimir la idea de que Chávez es bueno, tiene buenas intenciones, es el único que vela por el pueblo aunque está rodeado de ineptos burócratas, etc.; sino que se coloca en sincronía con las expectativas y las creencias de la base demócrata chavista, horrorizada ante el hecho de votar o a favor de algo nada democrático como el 337 o a rechazar la reforma y unirse a las filas de la oposición que tanto detesta y de la cual tanto se ha burlado.

Eso es lo que sucederá en diciembre: asistiremos a una aún mayor concentración de poder de parte del Estado, quien justificará esto arguyendo que los ciudadanos quieren que concentre más poder y haciendo caso omiso a todas las trabas ligadas a la aprobación (como el tener que dividirla en bloques o verla rechazada). Los soñadores pueden seguir sentándose a analizar artículo por artículo y discutir nimiedades que dejan de lado el análisis macro: La democracia, cualquier democracia en cualquier parte del mundo, es un sistema cerrado construido para no cambiar nunca. Cambiarán los partidos, cambiarán las caras: los sistemas de opresión que repudiamos seguirán en pie. Lo único que podremos escoger es quién hará de testaferro de las empresas que seguirán escupiéndonos la cara.

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