Pequeños ajustes en el nombre del blog: "Los cuadernos azul y marrón"

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“Todo tiene su final”, como decía Héctor Lavoe. Creo que es más cuestión de etapas. Así que, mientras me rebanaba los sesos escribiendo la tesis y tomaba la siesta en una hamaca (uno de los puntos negativos de conservar los rituales alimenticios de Venezuela: después de comer un plato de caraotas con arroz, vas directo a la siesta. Los franceses almuerzan sándwiches); tuve un sueño: eran los cuadernos azul y marrón.

El filósofo que más me interesa, como sabrán algunos, es Ludwig Wittgenstein. ¿Por qué? Porque es el único tipo con ganas de ser original, de nadar a contra corriente todo el tiempo, de pensar por sí mismo. Recordarán que en “Anécdotas de la decadencia caraqueña”, el personaje principal arranca la novela leyendo el “Tractatus Lógico Filosófico” mientras escucha la segunda sinfonía de Gustav Mahler.

Wittgenstein sólo publicó un libro de filosofía en vida (el Tractatus) y otro póstumo, las Investigaciones Filosóficas, un libro muy fácil de leer (es una compilación de ejemplos) pero casi imposible de entender (no le ves el queso a la tostada). Pero bueno, vayamos desde el principio. Wittgenstein nació en Viena (Austria) y su familia era de las más ricas de la ciudad; gente como Gustav Mahler, Leonard Bernstein, Ravel y Klimt venían a tomar té. El propio Klimt hizo un retrato de la hermana de Wittgenstein, y Ravel le escribió la pieza “Concierto para la mano izquierda” a otro hermano luego de que este perdiese la mano en la guerra. Es decir: tenían dinero.

Para hacer la historia corta, Wittgenstein, ingeniero, partió para Cambridge a estudiar filosofía con Bertrand Russell. Se enroló del lado Austro-húngaro en la primera guerra mundial y, convencido de que su vida no valía nada, pidió estar en el frente, ya que “Dios lo iba a salvar” (si tenía sentido su vida) o lo mataría de un plomazo. En su mochila llevaba los apuntes de lo que sería el Tractatus, uno de los libros más brillantes de filosofía lógica. Luego de caer preso en Italia, terminó el libro y claro que nadie lo quiso publicar. Después de que Russell lo ayudara, apareció finalmente su libro.

El Tractatus plantea el fin de la filosofía. Demuestra que las cosas interesantes de la vida no pueden ser estudiadas por filósofos. En Cambridge lo trataron de “genio” pero él, convencido de que había escrito el último libro de filosofía, se retiró. Rechazó la herencia de su familia, se quedó en la calle y terminó de profesor de liceo. Después de que lo botaran por ser muy estricto con los alumnos (un campesino lo quería linchar), trabajó de jardinero en un convento. Llamó a Russell en Londres para que le consiguiera trabajo “barriendo las calles de la ciudad” porque era lo único que lo hacía sentirse “útil”. Russell lo convenció de que viniera a dar clases a Cambridge ya que su libro era una revolución.

Wittgenstein

Aceptó a duras penas. Nadie iba a sus clases, nadie lo entendía ya que Wittgenstein sólo “pensaba en voz alta”, gritaba, se enfurecía y acorralaba intelectualmente a los alumnos. Estas clases son conocidas como “el período intermedio”. Dos alumnos (Jannick y Smythies si bien recuerdo), tomaron apuntes en un par de cuadernos, azul y marrón, que luego se convirtieron en libros clásicos.

Antes de morir (en 1951), Wittgenstein preparaba un gran libro de filosofía que mostraba los problemas del Tractatus y acusaba la filosofía de ser una “enfermedad”, los filósofos de ser “moscas en una botella” y de no querer “mirar y ver” las cosas como eran. El libro, publicado póstumamente, se llamó Las Investigaciones Filosóficas y es un ataque radical, que propone una forma de escritura y de pensar que para mí no tiene parangón en la filosofía moderna.

Los “cuadernos azul y marrón” son entonces el período de apuntes, de búsqueda, de experimentación intermedio. Cuando empecé con mi blog, no sabía muy bien de qué se trataba y por eso le puse un nombre propio. Ahora me doy cuenta que le puedo dar una personalidad. Bienvenidos entonces, a mis apuntes intermedios, a mis cuadernos azul y marrón (obviando las distancias con Wittgenstein).
Wittgenstein en la Wikipedia

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