Problemas en la definición del socialismo

Rojo, rojito

Creo que hay muchos aspectos ligados a esta palabra que todavía debemos elucidar y preguntarnos acerca de sus consecuencias y efectos.

En otro post que tengo pendiente trataré de hacer referencia a lo que entiendo personalmente como “socialismo”. En ese sentido, si me preguntan por mi postura personal, creo en un sistema socio-democrático, en el cual el Estado maneje la educación y la salud (fundamentalmente); sistema en el cual el Estado se dedique a impulsar a los ciudadanos a la acción, ayude a la gente a encontrar su puesto productivo en la sociedad. Esto se opone radicalmente a la concepción rancia y caduca de “asistencialismo”, basada en un insulto al ser humano, una lectura peyorativa de la gente soportada sobre la idea de la gente como una cuerda de mendigos que no pueden valerse por sí mismos. Esto ya lo hemos tocado antes (“Arde Francia”; “En Venezuela somos egipcios”) y estoy seguro no conduce a ningún lado; si usted cree que “ayuda” a la gente convirtiéndola en parásitos, exigiéndole que le den las gracias a todo momento al “Estado” (convenientemente, usted), pues revise sus conceptos. Con amigos así no hacen falta enemigos.


Pero lo que nos ocupa en esta ocasión es un problema conceptual específico ligado al mal llamado “socialismo” (repito, sí hay un socialismo bueno), es decir, la oposición que parece construirse entre “libertad” y “comunidad” o “colectivo”. En este sentido, la “libertad de enriquecerse”, de acumular riqueza, de invertir dinero, de hacer lo que se le venga en gana con sus activos, se ve truncada o encuentra una limitante en el hecho de que -extrañamente y sin sostén lógico-, existe una “comunidad” o un “colectivo” que parece que tiene una inherencia superior que el ser humano, individual, sobre sus acciones y sobre su trabajo. Esta aproximación es la que quiero ventilar en este apartado. Para ello, y para los que quieran más referencias, citaré extendidamente el ensayo de Ayn Rand, “The monument builders” (1963) que aparece en la excelente compilación The virtue of selfishness. Creo que esta autora plantea inquietudes muy importantes que cualquiera que se considere inclinado a curiosear en política, debería manejar, pensar y resolver, así le parezcan aberrantes e inaceptables las teorías de Rand. Son de una increíble claridad y contundencia, y por más que esté en desacuerdo en muchos puntos, reconozco su valor.


La filósofa nos dice, en el ensayo antes referido, que las consecuencias de un “socialismo mal entendido” (ella lo llama “socialismo” tout court, pero para su época entiendo que no hubiese matices), son la reducción de la libertad individual, el empobrecimiento colectivo y la creación de desigualdad. Es decir, exactamente lo contrario que el “socialismo” utópico dice defender. Empieza definiendo el “socialismo” y sus consecuencias:


“The essential characteristic of socialism is the denial of individual property rights; under socialism, the right to property (which is the right of use and disposal) is vested in “society as a whole,” i.e., in the collective, with production and distribution controlled by the state, i.e., by the government. Socialism may be established by force, as in the Union of Soviet Socialist Republics or by vote, as in Nazi (National Socialist) Germany. The degree of socialization may be total, as in Russia or partial, as in England. Theoretically, the differences are superficial; practically, they are only a matter of time. The basic principle, in all cases, is the same. The alleged goals of socialism were: the abolition of poverty, the achievement of general prosperity, progress, peace and human brotherhood. The results have been a terrifying failure terrifying, that is, if one’s motive is men’s welfare. Instead of prosperity, socialism has brought economic pa­ralysis and/or collapse to every country that tried it. The degree of socialization has been the degree of disaster. The consequences have varied accordingly”. (-las negritas son mías).


De esta manera, su lectura sigue argumentando que el “socialismo” de este tipo sólo conlleva a la pobreza, la hambruna y la carencia, una consecuencia que se argumenta será “temporal” (ya que se debe a los horrorosos capitalistas que roban al pueblo de sus bienes), pero que resulta ser una condición que dura años, como en Rusia o Cuba. Todo ello encubierto por un supuesto “humanismo”, postura según la cual se fusila a la gente que trata desesperadamente de salir de estos países. Algo contradictorio.


Pero la disertación más interesante de su ensayo es el estudio de dos formas, dos motivaciones detrás del “socialismo” y dos tipos de personas que surgen, en consecuencia. Para ella, el único motivo para que un sistema así exista es el deseo de apropiarse, por la fuerza, de aquello que no se ha ganado, que no nos merecemos, es decir, un principio basado en el resentimiento y la envidia, básicamente. Ello conlleva a dos tipos de “deseos” inmerecidos: La materia y el espíritu. El último es el más corrupto espiritualmente, y se engloba en la palabra “presitigio”:


[Principio de citación] The desire for the unearned has two aspects: the un­earned in matter and the unearned in spirit. (By “spirit” I mean: man’s consciousness.) These two aspects are neces­sarily inter-related, but a man’s desire may be focused pre­dominantly on one or the other. The desire for the unearned in spirit is the more destructive of the two and the more corrupt. It is a desire forunearned greatness; it is expressed (but not defined) by the foggy murk of the term “prestige.”

The seekers of unearned material benefits are merely financial parasites, moochers, looters or criminals, who are too limited in number and in mind to be a threat to civilization, until and unless they are released and legalized by the seekers of unearned greatness.

Unearned greatness is so unreal, so neurotic a concept that the wretch who seeks it cannot identify it even to him­self: to identify it, is to make it impossible. He needs the irrational, undefinable slogans of altruism and collectivism to give a semiplausible form to his nameless urge and an­chor it to reality to support his own self-deception more than to deceive his victims. “The public,” “the public interest,” “service to the public” are the means, the tools,the swinging pendulums of the power-luster’s self-hypnosis.

Since there is no such entity as “the public,” since the public is merely a number of individuals, any claimed or implied conflict of “the public interest” with private interests means that the interests of some men are to be sacrificed to the interests and wishes of others. Since the concept is so conveniently undefinable, its use rests only on any given gang’s ability to proclaim that “The public, c’est moi” -and to maintain the claim at the point of a gun. No such claim has ever been or can ever be maintained without the help of a gun -that is, without physical force. But, on the other hand, without that claim, gunmen would remain where they belong: in the underworld, and would not rise to the councils of state to rule the destinies of nations. [fin citación]

Entonces, lo primero que aparece es la apropiación de un discurso colectivo: “El pueblo soy yo”, que se supone legitima el arrancarle bienes a la gente. En primera instancia nos topamos con los “parásitos económicos”: Gente que se aprovecha de las dádivas del gobierno para hacer algo “por el colectivo”, “para el pueblo”, y termina simplemente embolsillándose el bien ajeno y no haciendo nada o haciendo poco. Son simples parásitos, gente incapaz de hacer nada por su cuenta, que vive de los logros de los demás y que se pudrirá en su basura. No merecen mayores comentarios.


Sin embargo, el peor sujeto de la película es el “parásito espiritual”, un ser que quiere ganar “prestigio”, grandeza y un puesto en la historia a partir de proposiciones y logros que no le pertenecen, que no llevó a cabo, que no pensó por sí mismo. La grandeza, el genio, el logro humano se define como un objetivo motorizado por el sujeto en un esfuerzo racional y concienzudo, persiguiendo una meta específica (esto es parecido a lo que ventilé en “el artista y el mercenario” a partir de Kant). El “parásito” se va en proyectos grandilocuentes de “prestigio”, mientras no hace nada por el pueblo que se muere de hambre:


Rome fell, bankrupted by statist controls and taxation, while its emperors were building coliseums. Louis XIV of France taxed his people into a state of indigence, while he built the palace of Versailles, for his contemporary monarchs to envy and for modern tourists to visit. The marble-lined Moscow subway, built by the unpaid “volunteer” labor of Russian workers, including women, is a public monument, and so is the Czarist-like luxury of the champagne-and-caviar receptions at the Soviet embassies, which is needed -while the people stand in line for inadequate food rations- to “maintain the prestige of the Soviet Union.”


Terminemos con la pregunta: ¿Qué clase de valores se instituyen con este tipo de sistema? ¿Qué se le enseña a la gente, aparte del cuestionable nexo lógico entre “yo no tengo porque el otro tiene”, como si todo “trabajo” no fuera más que robarle al otro, quitarle al prójimo? Esta relación se puede invertir: Si no fuera por el inversionista que tuvo la idea, el riesgo y la capacidad para conseguir el capital, no habría empresa en primer lugar, para que el obrero se quejara de que se le explota. ¿Cómo puede una persona que se dedica a atornillar una pieza de un complejo carro, aspirar a que el carro sea su producto, haya salido de su cabeza, de su esfuerzo intelectual? No me negarán que esto es una aberración. El hecho de que no haya azúcar en Venezuela lo comprueba: Es obvio que los dueños de la azucarera tienen más mérito que el de ser unos vulgares explotadores capitalistas, ya que luego de expropiar la central, no la han podido echar a andar. Los negocios no se hacen por magia, tienen una cuota de mérito del dueño y, cuando no lo tienen, están destinados a fracasar. Rand concluye con un ejemplo aterrador:


It is impossible to compute the human suffering, degradation, deprivation and horror that went to pay for a single, much-touted skyscraper of Moscow, or for the Soviet factories or mines or dams, or for any part of their loot-and-blood-supported “industrialization.” What we do know, however, is that forty-five years is a long time: it is the span of two generations; we do know that, in the name of a promised abundance, two generations of human beings have lived and died in subhuman poverty; and we do know that today’s advocates of socialism are not deterred by a fact of this kind.

Whatever motive they might assert, benevolence is one they have long since lost the right to claim.


Finalmente, ¿qué socialismo? ¿Un sistema en donde se refuerza el pillaje, el ‘esto es de todos’ (o sea, mío), donde vale más quitar, pedir, limosnear, que producir y trabajar? ¿O un socialismo donde el Estado ayude a la gente a lograr sus sueños, poniendo a su disposición oportunidades y no quimeras a lo “Atrévete a soñar”: seré doctor? donde basta con quejarse para consumar el “logro”?


Me detendré aquí. Pero creo que estas inquietudes deben ser atacadas y exploradas a fondo antes de lanzarnos en un camino sin retorno. Están avisados… (P.D.: El que quiera un E-Book con el texto de Ayn Rand me avisa por e-mail y gentilmente se lo hago llegar).

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