¡Vengan todos, vengan todos! ¡No deje de ver el increíble domador de leones, que amansa a las fieras obsequiándoles crudo petrolero! ¡La mujer barbuda, producto de una sobredosis de perforación! ¡Todo esto y mucho más, en nuestro circo hecho a su medida!
Cuando Tomás entró al circo, se apresuraron a enterrarle un tetero en la boca, a pesar de que no tenía sed. El dulce néctar del oro negro empezó a fluir por su sistema digestivo, intoxicándolo al punto de comenzar a ver doble. Unos trapecistas se balanceaban encima de su cabeza, intercambiando barriles que, al caer al piso, se desbarataban y dejaban fluir más petróleo entre el público. Algunos ya habituados al tetero -y en claro síntoma de abstinencia-, se abalanzaban sobre el líquido para lamerlo. Sus lenguas reptaban por el suelo, mezclando betumen y arena, tierra, polvo; pero ellos seguían succionando al compás de la banda dada a tocar música tradicional.
Los payasos aparecieron, para deleite del público asistente. Venían seguidos de una turba cuya función era reír a carcajadas de cualquier chiste, por más ridículo que fuera. Los arlequines lanzaban tabletas negras -petróleo sólido-, que fungían como moneda de cambio. La muchedumbre se arremetía a codazos, sin ningún tipo de orden, en pro de una de las lustrosas tabletas que saltaba de mano en mano.
-Oye, ¿tú no celebras? -Le preguntó a Tomás el maestro circense con los labios teñidos de negro y aliento a carroña.
-Yo prefiero sólo ser espectador por un rato -replicó el joven, arrancando la teta de plástico que lo asfixiaba-. ¿Dura mucho la función?
-Depende. Por ahora, vamos bien. Mañana, quién sabe, ¡Pero no me negarás que es divertido! -Dijo el maestro, mientras se alejaba con una risa macabra para colocar un pastel de petróleo bajo la silla de uno de los asistentes.
Tomás salió de la carpa, sintiendo un malestar en su estómago. No sabía si era producto del espectáculo, de la bebida o de la situación; lo que sí sabía era que no era un dolor común. Miró su piel y la vio negra, manchas brotaban de sus poros. No era una ilusión óptica, y justo antes de caer al suelo desmayado, vio una inmensa nube negra cubrir el cielo y robar la luz al circo.
FIN…
NDLR: Ante este patético intento literario, me voy con la conciencia limpia (¿de petróleo?) dejándoles una cita de uno de los grandes, Ray Bradbury. Esto viene del excelente “Crónicas marcianas”, que son menos marcianas de lo que parecen:
“Odio este sentimiento de pensar que hago lo correcto cuando, en realidad, no estoy seguro de hacerlo. ¿Quiénes somos, de todos modos? ¿La mayoría? ¿Es esa la respuesta? ¿La mayoría siempre es sagrada, no? Siempre, siempre: Nunca se equivoca ni por el instante más pequeño, ¿no? ¿Nunca comete errores, ni en diez millones de años? Pensó: ¿Qué es esta mayoría y quiénes la componen? ¿Y qué piensan y cómo llegaron a pensarlo y cambiarán algún día y cómo diablos me vi inmiscuido en esta podrida mayoría? No me siento cómodo. ¿Es la claustrofobia, miedo a la muchedumbre o sentido común? ¿Puede un hombre tener razón, cuando todo el mundo está seguro de lo contrario? No pensemos en ello. Arrastrémonos por todos lados, sintámonos emocionados y tiremos del gatillo”.
Si, Vicente.
Sonar no cuesta nada.
Me pongo poeta -de quinta- a veces, tal vez para disfrazar un poco la tristeza y la decepcion.
Y vienes tú aqui a sacudirme, a acribillarme los oidos y la conciencia con este post , a manera de despertador inmisericorde y estridente que no admite cinco minutos mas de sueno . Los sentimientos son encontrados. Ya no sabe uno si reir o llorar ante la realidad. Mejor escojo hoy el cruzarme de brazos y repetirme como Scarlett: manana será otro dia. Porque lamentablemente tengo que salir a ganarme el pan y pagar los taxes con el sudor que x país petrolero no me proporciona. Y ya sabes que este sistema no admite pausas.
Un saludo,
Saludos, nostalgia.
Recuerda que quien no tiene esperanzas, no puede decepcionarse. En otros lados me acusaron de ?postmo? (whatever that means), porque no tengo ninguna expectativa ni en el trabajo de grupo (?si cada quien pone su grano de arena?), ni en los cambios históricos (?nuestra generación hará su aporte y dejará un mundo mejor a nuestros hijos?).
No. En lo poco que he vivido con seres humanos, he aprendido a no confiar en ellos y hasta detestarlos (en general, obvio).
Leí Nietzsche, y nietzscheano me quedé. ?He encontrado más apoyo entre mis animales que entre los hombres? ?dice Zarathustra-. Tenía razón, creo. No quiero salvar a nadie, ni que me salven.
Y sí, es algo opaco, gris, ?bleak?, si se quiere, pero ¿es eso malo? ¿Porqué? La vida no es un cuento de Disney.
¡Saludos, otra vez!
excelente cita de Bradbury:
"….¿La mayoría siempre es sagrada, no? Siempre, siempre: Nunca se equivoca ni por el instante más pequeño, ¿no? ¿Nunca comete errores, ni en diez millones de años?….¿Puede un hombre tener razón, cuando todo el mundo está seguro de lo contrario?…."
excelente post….