Si algo caracteriza la saga de comics Marvel, es la capacidad de producir superhéroes torturados, que viven conflictos psicológicos a partir de sus poderes. Spiderman, Hulk y los X-men son los ejemplos más vistosos…(sigue)

Ya te lo dije : ¡NO vamos a un concierto de Bauhaus !
En ese sentido, el director Bryan Singer había logrado en los dos primeros episodios de la trilogía X-men, plasmar un mundo de seres excluidos y marginados, incomprendidos por una sociedad que no veía en ellos sino la diferencia. Pero Singer renunció a la dirección de la última película, atraído por la idea de reinventar Superman. Y es ahí donde aparece el mediocre Brett Ratner, catapultado quién sabe con qué palanca para concluir las aventuras de los mutantes.
Uno tendería a pensar que alguien con el currículo de Ratner estaría ahora dedicado a voltear hamburguesas en algún restaurante de Sunset Boulevard. ¿Cómo se explica que alguien cuya Opera prima es Rush hour y cuyo historial incluye Red Dragon, no tenga una orden federal que lo obligue a estar a un mínimo de cien metros de una cámara de video? Porque Ratner funciona en los registros más básicos de cinematografía, a saber, apuntar el lente y dejar que Chris Tucker haga sus payasadas. Al pedírsele un poco de profundidad y darle a Ed Norton y Tony Hopkins, bueno, el resultado se ve en Red Dragon.
Pero la culpa no es enteramente de Ratner. No se le puede pedir peras al olmo. El simplemente no tenía nada que hacer ahí. Y eso se nota a lo largo de la cinta, donde Ratner parece querer escaparse con la misma fórmula, apuntando la cámara y diciendo, “dale Ian McKellen, llévatelos a todos por los cachos”, lo cual obviamente, en una cinta como X-men, funciona sólo de a ratos.
Porque Ratner sabe dirigir películas de acción. Explosiones, carros que saltan en pedazos, karatazos y pisotones; eso le queda bastante bien. El problema es que X-men es una película que necesita más que karatazos y pisotones ya que la trama es harto complicada. Y eso, el wunderkind de Rush Hour no tiene ni la más remota idea de cómo hacerlo.
El dilema moral de la saga X-men nunca se hizo más presente que en esta película. La aparición de una “vacuna” contra los mutantes subraya la pregunta: ¿Es que el ser mutante es una enfermedad curable?, llevando al límite las analogías homosexuales que contiene el cómic. Porque es eso, el “gen” mutante, que los relegaba a ser discriminados, ahora posee cura. ¿Cómo resuelve Ratner esta polémica? Pues sencillamente con una vieja pelea a lo Rush Hour, por supuesto. Nunca se escarba o se indaga en los problemas de dicha “cura”; Ratner lo único que propone es dividir a los mutantes en anti-destrucción de la cura (los X-men, pues), y los mutantes dirigidos por Magneto (McKellen) que pretender destruirla así como la fuente de dicha cura, un niño medio autista de ojos azules recluido en la prisión de Alcatraz.
Y es ahí donde las cosas empiezan a desdibujarse. Yo mismo, en pleno cine, empecé a preguntarme quién rayos eran los buenos, o más bien, por qué los X-men, quienes están en contra de la cura, se oponen a Magneto, quien está también en contra de la cura. ¿Qué se supone que defienden los X-men? Nadie, ni siquiera Ratner, parece saberlo; los “buenos”, en su cruzada idiota de defender una cura que los exterminará, parecen más bien una banda de judíos defendiendo Auswitz de la invasión aliada.
En todo caso, todo sea por una buena pelea entre mutantes. Es ahí donde Wolverine (Jackman) y Storm (Berry) mutan ellos mismos en Jackie Chan y Chris Rock (respectivamente), para empezar a dar patadas por doquier. Nadie pregunta tampoco, por qué, si la causa de los X-men es tan “noble”, son sólo seis mutantes los que la defienden. Vaya democracia mutante.
Entonces, en lo que se puede llamar “la mejor” escena de la película, nuestros ya pauperizados X-men se enfrentan a Magneto y su banda de mutantes “malos”, quienes más que mutantes parecen el público de un concierto de Rammstein y Slipknot. Durante la pelea, Storm vuelve a demostrar cómo el invocar cambios climáticos no sirve para absolutamente nada (aparte de hacer ver sexy a Halle Berry), mientras el espectador se pregunta por qué Magneto no utiliza sus poderes para neutralizar a los metálicos Wolvernie y Colossus, dejando a sus oponentes reducidos a la mitad.
Pero claro que eso no es todo. El otro factor que tendemos a olvidar en estas superproducciones es cómo los estudios pueden invertir cientos de millones de dólares en efectos, vestuarios y actores de primera línea, para dejar el guión en manos de un imberbe que no hace sino cortar y pegar las tramas del cómic original. Pues como si no bastase con el cargado contenido (nunca explorado) de la cura mutante, paralelamente nos topamos con la “Saga de Dark Phoenix”, uno de los episodios más violentos y profundos del cómic.
Según esto, Jean Grey (Famke Jensen) ha inexplicablemente sobrevivido a su accidente en X-men 2, para regresar como Dark Phoenix, el mutante más poderoso y letal, aunque parece más bien una simple chica confundida que lo que necesita es una buena noche en el hotel Aladín. Entonces Wolverine, el macho fumador de habanos designado para hacerlo, intenta en mantas ocasiones besarle la orejita, lo cual evita que ella destruya al mundo. En fin, esa es la versión de Ratner. Por supuesto que Magneto quiere reclutar a la inestable Dark Phoenix, aunque no tiene ni la más remota idea de cómo controlarla y, cuando finalmente logra que se ponga furiosa, es obligado a salir corriendo en retirada. Excelente estrategia, para el maestro napoleónico de los mutantes.
Pero lo peor de la dirección de Ratner es su manejo superficial de los personajes. La cura contra los mutantes no es el niño de ojos azules encerrado en Alcatraz, sino el propio director, capaz de reducir a Cyclops a una caricatura que anda corriendo “frustrado”, en una moto de alto cilindraje, con menos profundidad que Tom Cruise en Top Gun, lo cual ya es mucho decir. Su muerte no es sólo un insulto a los fanáticos del cómic sino que está tan mal manejada que deja al espectador pensando que al final reaparecerá vestido de blanco, como Gandolf en el señor de los anillos. Si a eso le agregamos la patética secuencia en la cual entierran al profesor Xavier, lo cual debería ser el clímax de la película pero queda relegado a un momento de respiro “pre” pelea final, creo que hemos resumido la película. Ah, también hay un niño catire que se autolesiona pero al final sale volando por encima de todos, nadie sabe bien por qué ni en qué bando está.
Y no olvidemos el final feliz. En un giro del tipo, “van dos horas, ¡termina la película!”, la pelea acaba para dar paso a un mundo feliz, donde cohabitan humanos y mutantes en paz. ¿Dónde quedó la cura? Nadie sabe. La solución de Ratner no convence ni a George Bush: Luego de demoler Alcatraz, destruir puentes y matar civiles, al día siguiente los Estados Unidos de Norteamérica han perdonado y olvidado todo, entendiendo todas las sutilezas de ser un mutante. Vaya fantasía, en un país donde el hecho de que les tumben dos torres provoca la invasión de la mitad del mundo.
En fin, X-men 3 no es una mala película de acción. Pero la franquicia X-men daba para mucho más, y reducir la problemática de las primeras dos películas a una pelea de puños es lo que sucede cuando se pone a alguien como Ratner a dirigir. Es como darle el carro de Fernando Alonso al Papa Benedicto y preguntarse por qué el carro anda tan lento. Igual, no será la peor película, cuando saquen el spinoff de Wolverine o cualquier otra que venga después probablemente superen el disparate Ratner. Con mucha acción, eso sí.
X-Men: The Last Stand
Rating: 2/5
En salas el
Reparto: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Daniel Cudmore, Famke Janssen, James Marsden, Ian McKellen, Anna Paquin, Shawn Ashmore, Rebecca Romijn, Vinnie Jones, Kelsey Grammer, Aaron Stanford, Ben Foster, Ellen Page, Cameron Bright, Bill Duke, Michael Murphy, Olivia Williams, Kate Nauta, Shohreh Aghdashloo, Mei Melancon?
Director: Brett Ratner
Guión: Simon Kinberg, Zak Penn
20th Century Fox
Web Site official: http://www.x-menthelaststand.com/
(Publicado en El Nuevo Cojo Ilustrado)
Amén, señor. Ya por un momento comenzaba a dudar de mí mismo, pues a pesar de ser, no un fanático sino un "seguidor" de los X-men, sentí una desgracia inmensa después de haber visto la última película y por eso me "lincharon" prácticamente. Que cómo se me ocurre, los Xmen son los xmen.
Después de haber leído su opinión siento una especie de beatífica realización. Muchas gracias
la nueva peli esta interesanticima esta muy buena y seria re loco que esa clase de transmutacion en realidad existiera me gustaria ser un mutante aunque sea por un dia