"Sociedades del consenso" versus "Sociedades del conflicto" (parte 2)

Terminemos de ver la lógica intrínseca a las dos escuelas de Filosofía del lenguaje antes expuestas.

“Sociedades del consenso” versus “Sociedades del conflicto” (parte 2)

Haciendo referencia a las dos aproximaciones antes mencionadas (“Sociedades del consenso” – parte 1) logramos establecer dos modelos. Por un lado, tenemos la alternativa anglosajona basada en las posibilidades del discurso para expresar “intenciones” y “creencias” para lograr reconocer lo que queremos y lo que somos; y por otro lado, tenemos el escepticismo (cartesiano) francés (dudar de todo por dudar, botar todo el guacal de manzanas porque hay una podrida).

 

Los norteamericanos suponen, por ejemplo, un modelo del discurso basado en la capacidad del sujeto a reconocer sus creencias y sus intenciones, evaluarlas y cambiarlas como mejor le parezca. En ese sentido, un individuo se reconoce como parte de una “comunidad” porque comparte sus valores, aunque no supone que su “comunidad” sea la mejor existente, simplemente es la que más le conviene a él. Se asume la existencia de comunidades divergentes, con creencias distintas y hasta opuestas, siendo el “espacio público” el sitio donde debe debatirse la validez y conveniencia del discurso.

 

De esta manera, un norteamericano como el filósofo Richard Rorty dirá que cree en lo que cree porque es lo más útil para él en este momento, y que está dispuesto a escuchar a los demás y dejarlos hablar, simplemente para reforzar sus creencias, cuestionarlas o cambiarlas.

 

La sociedad avanza ya que no hay una “utopía” hacia la cual dirigirse, se asume que tenemos “el mejor discurso” posible actualmente y que cuando aparezca otro mejor tendremos la capacidad de cambiarlo.

 

Los franceses, en cambio, ven las cosas de manera distinta. Argumentarán que poco importa el “discurso” y las “creencias”, lo que los norteamericanos ignoran de manera ingenua es el “peso” que pueden tener los discursos. Es decir, no es lo mismo que yo diga “me gusta el Islam” a que lo diga Jacques Chirac. La sociedad distribuye sus pesos y no vale la pena siquiera hablar, sólo serás aplastado por el peso discursivo de los demás, la “libertad” anglosajona es una ilusión.

 

Llegamos entonces a dos sociedades, la del consenso y la de conflicto. En los ojos de los continentales, los norteamericanos ignoran demasiados factores a tener en cuenta para que una discusión eficaz suceda. Los elementos que deben existir para que cada quien vehicule sus creencias e ideas son los espacios “neutros” del espacio público: Las Universidades y los medios de Comunicación. Cuando existen medios de comunicación controlados por un solo conglomerado (como Rupert Murdoch), se pierde la posibilidad de discutir, usted puede decir lo que quiera, siempre será aplastado.

 

La “sociedad del consenso” viene siendo una ilusión. Se utiliza como un medio para mantener lo que se quiere imponer, pero el debate se pierde. Los “decididores” escogen que la guerra en Irak es oportuna, se mete en marcha la maquinaria mediática, se politizan las Universidades y lo que se logra es crear el efecto ilusorio de que la mayoría comparte la creencia.

 

Por otro lado, tenemos la “sociedad del conflicto” francesa. Aquí, lo que se estila es lo inverso, discutir todo, de entrada, por más banal que sea, oponerse, rechazarlo y luego, después de un grave conflicto, tal vez aceptarlo. Para los continentales, la falta de conflicto implica falta de inteligencia. Los franceses nunca estarán felices a menos que se logre un cambio basado en una discusión rigurosa, poco importa lo banal del tema.

 

¿Qué implica esto? Simplemente ver, por ejemplo, lo que sucedió con el debate de la constitución europea. Los franceses, amparados en su modelo del conflicto, de entrada se oponen a todo. No lo digo de manera despectiva, es simplemente la forma en la cual se dan las cosas. Aquí los cambios se dan por conflicto, gracias a las huelgas, los sindicatos y las amenazaderas. Los franceses creen “con razón o no, no sé- que si no se presiona no se consigue nada. A la hora en la cual escribo esto, en Francia hay 3 huelgas diferentes: huelga del Metro (un clásico, ya nadie sabe por qué paran y la gente simplemente se adapta), huelga de pasantes (explotados, tienen razón, yo pasé por ahí) y huelga en el periódico Libération (dos días sin circular).

 

En todo caso, no quiero decir que oponerse a todo de entrada sea malo, simplemente es la forma en la cual se maneja la sociedad del discurso aquí en Francia. Que yo diga que es así no significa que esté de acuerdo o no, me dedico a escribir las cosas como las veo, no como quisiera que fueran. Por otro lado, la sociedad del consenso americana se cierra diáfanamente al debate, el ciudadano es una simple caja de resonancia del consenso y de las tendencias. Obvio que no digo que no haya debate alguno ni Universidades responsables, pero en líneas generales y en base a los modelos filosóficos, podemos llegar a esa conclusión.

 

Francia, por su parte, es de las pocas sociedades del conflicto aún existentes. La globalización implica generar ondas de consenso que serán rebotadas en la caja vacía del ciudadano, muchas veces con la ayuda de categorías: “Si lo dice el presidente es malo” (me pliego al consenso de mi grupo sin razonamiento alguno) / “si lo dice es bueno” (ídem).

 

La última pregunta que nos queda por hacer es: ¿El proyecto habermasiano de una “comunicación libre” es una simple quimera de europeo nostálgico? ¿Se puede asumir la neutralidad de los medios de comunicación y Universidades, y si no, cómo se puede influir en éstos? Pero peor aún, si se asume una sociedad consensual, ¿dónde queda la instancia del juicio del sujeto?

 

El mundo global avanza demasiado rápido. Lo que se le exige al sujeto no es pensar, es simplemente adosarse y evaluar lo que se le pide, utilizando los medios que prácticamente se le imponen. Pensar, analizar, la facultad del juicio: ello lleva tiempo. El hombre globalizado sólo debe decir “estoy de acuerdo” o no, para existir en la sociedad como una antena repetidora. Nos disculpamos eternamente, decimos “qué horrible el hambre en el África” porque nos lo pide el programa de televisión, no reflexionamos al respecto en lo más mínimo y luego pasamos el canal o la página del periódico para dar otra sentencia consensual, “es verdad que la Miss de este año está fea”, sin sentirnos obligados ni a ser responsables de lo que decimos, ni a pensar.

 

No digo que tengamos que caer en una sociedad de conflicto perenne, pero, ¿es posible hallar una vía alternativa? ¿Dónde queda nuestro razonamiento como hijos de MTV que somos? ¿O soy yo un piche nostálgico kantiano que cree que el hombre debe pensar, no repetir como una guacamaya?

 

Esto finaliza este debate. Son libres de dejar sus impresiones.

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3 Responses to "Sociedades del consenso" versus "Sociedades del conflicto" (parte 2)

  1. Iria says:

    Chomsky califica como "manufacturado" al consenso estadounidense, referiéndose al problema (que tú también mencionas) de la manipulación mediática para crear la ilusión de unanimidad.

    ¿Es posible que el conflicto francés también sea "manufacturado"? Me refiero a fenómenos como esas recurrentes huelgas que no modifican en nada el sistema laboral, no a estallidos conflictivos como el ocurrido recientemente.

    ¿Puede ser el conflicto como cotidianidad otra estrategia de ocultamiento para evitar el debate sobre los problemas fundamentales? ¿Para evitarles a los gobernantes y a los ciudadanos la responsabilidad de actuar con respecto a esos problemas sociales?

    (Luego continuo con este debate. Un virus terrible ataca esta casa y no puedo escribir coherentemente durante mucho rato).

  2. InTheFlesh says:

    Excelente Post!. Pocas veces se encuentran, y valga decirlo, post inteligentes por estos días. Creo que enriquecería tu trabajo, además de Chomsky, el estudio de Wittgenstein y su atomismo lógico (en el tractatus) o su filosofía analítica (de las investigaciones filosóficas)

  3. Vicente Ulive-Schnell says:

    Bueno, Wittgenstein es, no sólo mi filósofo favorito, sino una de las bases teóricas para mi tesis. De hecho, creo que todo el debate en torno a las « sociedades del consenso » (Habermas, Austin y demás) sale de una lectura (criticable) de las Investigaciones. En todo caso es lo que quiero trabajar. Tienes unos artículos sobre Ludwig en la revista Léxicos : lexicos.free.fr/ que te pueden interesar.

    Iria: Hay varias personas que creo han trabajado el problema del ?consenso manufacturado?. Obviando los problemas que ello plantea (cómo sabes que es ?manufacturado? y no ?verdadero?, etc., los mismos problemas de la ?alineación? marxista) una de las posturas más ?coherentes? (por decir algo), viene de los filósofos franceses recientes, quienes dice que el consenso debe pasar por un ?tiempo de reflexión? sin el cual no es más que caja de resonancia o aplaste diferend-cial (manufactura). Es obvio que el problema de los franceses ?como siempre- es que están bien de acuerdo en que el consenso tenga un ?tiempo de juicio? (por más kantiano que suene) aunque ninguno de ellos tiene la más remota idea de cómo o cuánto definir este tiempo. El otro problema es caer en las leyes de la retórica, donde lo que se busca es simplemente extender la discusión al infinito para no perderla (como una de las propuestas de El Proceso de Kafka). Es, más o menos, lo que intentó aplicar los U.S.A. en cuanto al debate de las WMD para luego denunciar a la ONU de ineficiente. Triste es constatar que, a la par que hay teóricos viendo cómo nos ponemos de acuerdo, hay otros viendo cómo aprovecharse, pero todo surge también de la propuesta de Austin que diluye la realidad, ya no se habla de performativo ?verdadero? sino de un acto ?feliz? o ?infeliz? (infelicity), es decir, no ?mentiste? sobre las WMD sino que tu intento de ?crear consenso? a partir de tu creencia e intención (peligro, guerra) fue un acto performativo ?infeliz?. No es lo que Austin quería pero es un coletazo de su teoría…
    Saludos,
    Vicente.

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