Personajes de la bohemia parisina

Voy a comenzar una serie de relatos sobre algunos personajes que he conocido quienes alimentan la vida nocturna parisina en los alrededores de Montmartre, el barrio “artístico” donde alguna vez la crema de la crema metió los pies.


Personajes de la bohemia parisina

Empecemos por el principio: París no es bohemio. Hace rato que dejó de ser aquella ciudad invadida por pintores y escritores sin dinero, que iban al molino rojo y se emborrachaban en los bares de Montmartre. Hoy en día, la piedra rodó demasiado y el capitalismo se apoderó de todo: este barrio no es más que uno de los lugares más caros para vivir en París, donde los únicos tontos que alquilan son hijitos de papá o gente perdida que no se enteró que eso ya murió. Es el equivalente al Greenwich Village de New York, donde una vez existiese el movimiento punk y se inventaran los códigos sociales que gobernarían prácticamente dos décadas. ¿Cuándo fue la última vez que usted vio un punk en el Village? Pues más o menos alrededor de la misma fecha que vio un pintor (verdadero, no los que hacen retratos) en Montmartre.

 

Los problemas o los factores que hacen que este sector no sea bohemio son muchos y no los tocaré aquí. Sólo como ejemplo, les diré que en cualquier ciudad con un movimiento artístico de avanzada hay escuelas de arte, squats y mercados de calle, movimiento; aquí no hay nada. El barrio es muy caro para permitir que haya squats y los mercados de calle están todos orientados a los turistas, que vienen aquí a ver “artistas” y son estafados con dos o tres shows de calle, que no son malos, pero es todo lo que hay.

 

Es por eso que estos personajes, que vagan por las calles de Montmartre, suelen ser casi todos extranjeros, gente exiliada de su país y entregados a la vida artística que fueron también timados por el “ideal” de un París bohemio. Si no fuera por ellos, en Montmartre ya no habría sino banqueros, yuppies y discotecas. Esta es su historia.

 

…Entré al apartamento de Holden, un americano que quiere ser fotógrafo y hacer películas, en el 9 Boulevard de Rochechuart. Eran como las diez de la noche y teníamos que discutir un par de cosas referentes al trabajo que íbamos a hacer. En la sala, en uno de los dos sofás, estaba Lindsey, una músico americana que se expatrió porque la movida allá estaba muerta (o así dice ella). Al lado, Antonio, un africano del Congo, que es camaraman. Antonio me explica que está trabajando en la película de Luc Besson con Jamel, “Angel-A”. Yo francamente no le creo mucho, tiene el cuerpo y el porte de un tipo para hacer Steadycam pero como París está lleno de gente que se inventa vidas más interesantes de las que tiene, no le paro mucho. Es probablemente su labia para tratar de levantar turistas en bares.

 

También está con nosotros Shelly, una americana toda chic que se la pasa rumbeando en discotecas de los Campos Eliseos y pagando con la tarjeta de crédito de la mamá. Ella está aquí porque “quiere ser artista”, o más bien creer que no lleva una vida dedicada a lo contrario, hacer dinero y vestirse de Channel. Ella dice que quiere actuar, pero nunca ha hecho clases en su vida. Una vez fue modelo, y cheerleader en los States. A mí me cae bien y los demás la dejan quedarse porque nos compra tragos y siempre trae cajas de cigarrillos para todo el mundo.

 

Ahora bien, lo raro de la casa de Holden es que siempre hay gente. Siempre es un show. Me encanta pasármela con él y tratar de reinventar el mundo y discutir a los Beatniks entre botellas de vino barato. Pero nunca jamás podría vivir ahí o llevar su tren de vida, de consumos y excesos, de parejas itinerantes toda la noche y de peladera de bola eterna.

 

Tratamos de discutir el proyecto que le vamos a “vender a una empresa” y que nos va a sacar de abajo (un leitmotiv en nuestros proyectos que nunca llegan a terminarse) pero Lindsey está demasiado acelerada, saltando en los muebles y tocando guitarra a pesar de que la mandan a callar. Antonio se está muriendo de la risa y Shelly está hablando de carros y motos. El vino se acaba pronto y me pregunto qué diablos vamos a hacer. Me explican que esperamos a “Yoghi” alguien que no conozco para salir a un bar. Yo digo que no tengo dinero pero Holden me dice que la mamá de Shelly invita.

 

Poco más tarde aparece “Yoghi”, uno de los tipos más extraños que jamás haya visto. Usa un turbante de colores, le faltan dientes, dice que viene de África pero habla con acento jamaiquino, “Ya, maaan”. Tiene un bastón de madera y un bolso hecho a mano en su espalda. Yoghi no se sienta, y los demás me dicen que lo deje tranquilo aunque yo no le estoy haciendo nada. Seguimos discutiendo nuestro proyecto idiota, Lindsey decide irse a la habitación de al lado a tocar guitarra y cantar a todo pulmón mientras terminamos la “business meeting”. Estamos hablando cuando escucho unos gritos y unos golpes tras de mí, y cuando volteo, Yoghi está acostado en el piso retorciéndose y haciendo sonidos rarísimos. Los demás, interpretando mi estupefacción, me explican que él es experto en yoga, algo innecesario de explicar ya que Yoghi tiene los pies enrollados en la espalda y anda caminando con las manos, como un alacrán, por toda la sala.

 

Al final, terminamos la reunión, converso con Yoghi y vamos al bar de la esquina.

 

[continuará]

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3 Responses to Personajes de la bohemia parisina

  1. s says:

    ese yoghi definitivamente suena como un candidato bueno para tu amiga shelly lol

  2. Nostalgia says:

    Qué relato tan bueno! confieso que lo he disfrutado. Retratas tan bien a los personajes que es como estar allí. Esa es la Shelly del cuento del taxi? Yo también tengo amigos así de patéticos pero buenas gentes. No te tardes en la continuación, por fa 🙂

  3. Caribe says:

    Coño Nostalgia todavia se acuerda del cuento del taxi tambien jajaaaaaaaa cada vez q me recuerdo me meooooo. Shelly corre corre por tu vida jajaaaaaaaaaa

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