La “América Profunda”, esa que salió a votar masivamente por Bush, simboliza la respuesta conservadora más enérgica a la que debe enfrentarse el integrismo islámico. La “América Profunda” es puritana, bélica, básicamente rural, firmemente religiosa, ortodoxa en sus valores, ultranacionalista y, en algunos casos, fanática en sus convicciones.
ANALISIS / La reelección en EEUU es el triunfo de la “América Profunda”
Chávez y la guerra profunda de Bush
El electorado norteamericano votó por continuar, a cualquier costo, la guerra contra el neoterrorismo integrista. En el caso de Venezuela, el Gobierno de EEUU deberá en algún momento elegir entre el interés petrolero y los valores ultraconservadores de sus electores, profundamente contrarrevolucionarios.
ALBERTO GARRIDO
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
http://www.eud.com/2004/11/21/pol_art_21180A.shtml
La reelección de George W. Bush significa la ratificación del viejo proyecto de poder global de los halcones de Washington, que pasa por el establecimiento de un nuevo orden global _NOG_ y por la extensión de la guerra global todo el tiempo que sea necesario para consolidar la hegemonía de Estados Unidos sobre el planeta. Pero, principalmente, debe interpretarse como el arribo a la historia contemporánea de una cultura que solamente pertenecía a un opacado sector de los estadounidenses, tal vez por su contraposición al “modo americano de vida”, ilimitadamente liberal, propuesto por Hollywood y por los medios de comunicación de masas. Se trata de la llamada “América Profunda”. La “América Profunda”, esa que salió a votar masivamente por Bush, simboliza la respuesta conservadora más enérgica a la que debe enfrentarse el integrismo islámico. La “América Profunda” es puritana, bélica, básicamente rural, firmemente religiosa, ortodoxa en sus valores, ultranacionalista y, en algunos casos, fanática en sus convicciones.
Ahí se confunden desde granjeros y obreros, hasta anglosajones de clase media baja, pasando por intelectuales, felices empresarios del petróleo, banqueros e industriales. Esa “América Profunda”, que suele vivir en los pueblos y suburbios distantes de las grandes ciudades o en las zonas rurales, se encuentra vacunada, en buena medida, contra las travesuras de Michael Moore, las noticias sobre las andanzas en la bolsa de las punto.com, o los cuadros de honor de Harvard. Prefiere tener armas a su disposición, conducir vehículos cuatro por cuatro, y, sobre todo, que se le respeten sus patrones morales y valores religiosos.
El poder
La denominada “América Profunda” no solamente se hizo dueña del Ejecutivo y del Congreso.
Roberta Combs, presidenta de la Coalición Cristiana de América, entendió que el 2 de noviembre en Estados Unidos se impusieron los grupos contra el aborto y a favor de la familia. “Esta es una muestra de lo que América era y a la que vamos a regresar”, afirmó la señora Combs al diario El Nuevo Herald el 4 de noviembre pasado.
En el aparentemente ultraliberal estado de Florida se aprobó una enmienda constitucional que obliga a las menores de edad embarazadas que deseen practicarse un aborto a comunicárselo previamente por escrito a sus padres. Mientras, uno de los nuevos senadores republicanos, Tom Coburn, pide que se aplique la pena de muerte para los médicos que los realizan.
Otro de los senadores “duros”, Jim DeMint, de Carolina del Sur, exige que a las mujeres solteras y embarazadas no se les permita enseñar en las escuelas públicas.
Las iglesias cristianas más radicales también tienen su cuota. Los cristianos ortodoxos del estado de Ohio encontraron una gran motivación para votar por George W. Bush cuando se enteraron que estaba en juego una enmienda constitucional que permitía el matrimonio entre homosexuales. La enmienda fue rechazada en todos los estados donde se presentó.
Por otra parte, la controvertida Asociación Nacional del Rifle (NRA) logró que 85% de sus candidatos federales, en su gran mayoría republicanos, fueran electos.
Cabe destacar que entre 60 y 80% de los miembros de los sindicatos portan armas, de acuerdo a su director ejecutivo, Wayne LaPierre.
La guerra
La “América Profunda” votó por continuar, a cualquier costo, la guerra contra el neoterrorismo integrista, simbolizado en Bin Laden, quien recordó, en una oportuna aparición realizada días antes de la elección estadounidense, a través de un video para la televisión árabe, que el choque de Huntington es una realidad cada vez más próxima, pese a los esfuerzos de Bush de deslindar el mundo musulmán de los integristas islámicos.
Para enfrentar a Bin Laden el voto conservador estadounidense ratificó en sus posiciones al entorno más agresivo de Bush, con Rumsfeld, Cheney y Rice a la cabeza. Guerra preventiva y Doctrina de intervención decisiva se combinarán en una escalada militar sin fronteras, al menos durante los cuatro años del nuevo mandato recibido por Bush.
Las informaciones sobre Al Quaida señalan que “La Base” opera en más de 60 países, en forma invertebrada. La guerra es, pues, global _transfronteras_ y “permanente”. El enemigo no es el que profesa la fe islámica, sino el islamita, el integrista, el fundamentalista religioso. Y todo gobierno que protege, por acción o inacción, a ese enemigo, es su cómplice. Pertenece al “Eje del Mal”. Por ahora quedan en el “Eje del Mal” _definido de esa manera por Washington_ Irán, Siria, Sudán, Corea del Norte y Cuba. Irak ya está ocupado y Libia ha negociado su supervivencia. Lo mismo está haciendo Irán. La guerra preventiva, interpretada como guerra permanente, conduce a la guerra global “duradera”.
La Doctrina de guerra preventiva fue expuesta por Bush, en términos acabados, en un discurso del 7 de octubre de 2002 (un año después que se iniciara la invasión a Afganistán) de la siguiente manera: “No podemos esperar una prueba definitiva (…), que pueda adquirir la forma de un hongo humeante”. Se atacará primero. Se averiguará después, tal como ocurrió con las supuestas armas prohibidas de Hussein. La Doctrina de guerra permanente responde a la lógica de dominio global: “No ceder un centímetro de hegemonía mundial a ningún país del mundo, ni soportar ninguna amenaza que ponga en juego la integridad de la nación norteamericana” (Fernando Mires: 2004).
Ya en septiembre de 1999 Bush había señalado, en un discurso ofrecido en Carolina del Sur, que la posguerra fría requería que Estados Unidos construyera otro tipo de ejército, capaz de hacer invulnerable el territorio nacional (escudo antimisiles y superioridad en el terreno de las armas avanzadas) y de “proyectar su poderío militar”, entendida esa “proyección” como capacidad para desplegar en países lejanos fuerzas poderosas, capaces de triunfar ante cualquier enemigo (Michael Klare: 2002). Por esa razón, ante un enemigo potencialmente múltiple, era necesario contar con unidades más reducidas, para permitir un despliegue más rápido con un mínimo de apoyo logístico.
Ese aspecto de la Revolución en asuntos militares fue cumplido con eficiencia. La guerra “relámpago” de Irak lo demostró. Duró solamente una veintena de días. Pero entonces comenzó la guerra asimétrica.
El talón de Aquiles
Cuando Bush anunció el fin de la guerra en Irak en realidad estaba informando que la confrontación convencional había terminado. Pero había comenzado, simultáneamente, la guerra asimétrica, exhaustivamente estudiada durante años por los analistas del Pentágono (1995), cuando terrorismo y asimetría fueron aceptados como conceptos de guerra asociados. Las guerras asimétricas negativas harían que el enemigo terrorista buscara el flanco débil de EEUU. Ese flanco débil fue determinado en el documento Visión conjunta (VC) 2020, donde asimetría estratégica, globalización militar y unilateralismo forman parte central del trabajo. En VC-2020 se alertaba que dentro de las asimetrías negativas (utilización de puntos débiles del enemigo) el neoterrorismo podía atacar ciudadanos de EEUU en el exterior o en la propia geografía nacional.
La guerra asimétrica, bajo la forma de resistencia o de terrorismo (ambos conceptos se integran en la metodología de las “nuevas guerras”), comenzó a delinearse como la forma de confrontación que predominará en el siglo XXI contra EEUU. La guerra asimétrica pone, además, a EEUU bajo la presión del tiempo, ya que los gastos colosales que significa no colocarle el punto final al gran proyecto de poder global (Nuevo Orden Global, dominio energético, globalización del sistema de vida estadounidense) serán insoportables para Washington a mediano plazo (los gastos militares equivalen al déficit fiscal promedio de los dos últimos años, unos 1.000 millones de millones de dólares entre 2003 y 2005). El presupuesto militar estadounidense es de mil millones de dólares por día (*).
La reelección de Bush por los militantes de la “América Profunda” implica la aceleración y profundización de la guerra global. El feroz ataque a Faluya y a Mosul es solamente el aviso de que Bush jugará todas sus cartas con el fin de acabar rápido con la resistencia iraquí. Si triunfa, la América Profunda irá mucho más allá de la sentencia de Monroe.
La resistencia popular al expansionismo militarista y genocida del imperialismo capitalista mundial se basa en "Los Poderes Creadores del Pueblo". El más brutal de todos los ataques y agresiones a la dignidad humana es el de la explotación del hombre por el hombre consagrada, legitimada e impuesta por El Capital Global. El hambre y la miseria de los pobres del mundo es el "motor inerte" de esta energía liberadora y creadora que sepultará para siempre a este verdadero "Centro" del mal. Los pobres no tenemos otro modo de "sobrevivir" que no sea "la guerra asimétrica" a las que nos arrastra la permanente ofensiva genocida del "Capital". Venimos de generaciones expertas en "sobrevivencias asimétricas" y detrás de "Cámaras", "escenas" y "bastidores" somos nosotros los que al unirnos, adquirimos el poder de reescribir el guión de la historia. Todos los imperios se derrumban tarde o trempano, y siempre y a la larga, será la dignidad del género humano lo que prevalesca y determine el porvenir.
Hubo una vez un mundo donde todos los caminos conducían a Roma, la mismísima Roma que vampirizó a Cristo, ese mundo colapsó en sus propias vísceras podridas y de sus ruinas nació otro mundo un tanto mejor para los grandes conglomerados sociales que estuvieron bajo su dominio. Los afroamericanos, los indoamericanos y toda nuestra descendencia mestiza asistirá triunfante entre cantos y danzas a la aurora de un nuevo amanecer pleno de amor, de justicia, de paz y unidad fraterna. Entretanto, serán inevitables los sacrificios que tendremos que seguir haciendo para derrotar la opresión.