El New Yorker, una de mis revistas favoritas en inglés, es famosa por sus ingeniosas caricaturas (como la del artículo pasado). Uno de sus secciones más interesantes es aquella donde le preguntan a los lectores que manden su leyenda (caption) para completar el dibujo. El concurso de esta semana era:
No pude dejar de pensar en Antonini Wilson. Hubiese participado, si no es porque los norteamericanos no tienen la más remota idea de quién es Wilson ni cuál es el escándalo. Es más, a estas alturas ya ni los venezolanos recuerdan al gordito de la maleta. O no les importa. O quisieran ser ellos los de la próxima maleta. En fin. La caricatura casi me hace llorar.