Conductas típicas de los habitantes de esta ciudad.
Despiertas, un manto de frío besa tu cachete expuesto boca arriba y, cuando retiras la sábana, se propaga por todo tu cuerpo, produciendo escalofríos que terminan de sacudirte el sueño. Caminas los ocho pasos que separan tu estudio de 20 metros cuadrados del baño, baño-en-la-habitación, piensas; no como el desgraciado de X, obligado a compartir un baño en el pasillo y ahorrándose sólo cien piches euros menos que tú.
Luego de una ducha revigorizante, enciendes una de las dos placas de metal de la dizque “cocina” que parece más un accesorio de camping del tío Alberto que una cocina de verdad. Colocas una ollita con agua para el café, que acompañas con pan y mantequilla, aquí no se come mucho durante el desayuno.
Terminas de salir de tu casa para encarar la ola de aire helado que te espera en la acera; corres, aquí todo el mundo corre, ni modo que camines a paso normal mientras las uñas se te ponen moradas y los labios se te parten como una galleta seca. Cinco cuadras más tarde, combates cuatro personas más que quieren entrar al metro antes que tú, finalmente quedas de tercero y por “cortesía”, a pesar de que estabas deseando que la persona se muriera hace un minuto, le aguantas la puerta al de atrás.
Una vez en el andén del metro el frío no se detiene, te sigue, reptando por el único espacio que dejaste sin cubrir: entre la media y el pantalón, la brisa helada cosquillea tus canillas blancas de falta de sol. Pocos segundos después el efecto es el contrario: estás apilado en un vagón junto a 30 o más desgraciados como tú, ahora la lucha es por sujetar el tubo y no caerse. Tienes ganas desesperadas de quitarte el pasamontañas, los guantes, la bufanda y el abrigo pero no hay modo, ensanduchado entre una vieja que te restriega su pelo sin lavar en el cuello y un señor que apoya su periódico contra tu cachete, respiras de a rato y vas contando como todo el mundo la cantidad de estaciones que te faltan. “Sólo 9”, piensas, mientras ves las caras de frustración e incomodidad que te rodean y te dan ganas de apretar el botón de “parada de emergencia”.
El vagón se abre desesperadamente vomitando franceses sobre el andén, entre ellos tú, con el bolso atorado en el bastón de algún viejo o la pierna dormida que no reacciona y te lanza encima de la vieja, que recibe tus excusas (pardon, pardon) con gritos y paraguazos sobre tu persona.
Finalmente estás ahí. Parado en medio del pasillo oscuro (porque el sol aún no salió, apenas son las 9:30 am.) llamas al ascensor y hablas con quien te toca al lado de cualquier tema intrascendente, el frío, la lluvia, lo pesado de los lunes por la mañana, lo lento del metro, pagar los impuestos; en fin, todas esas cosas que te hacen pensar lo afortunado que eres de vivir y trabajar en París.
a pesar de que estabas deseando que la persona se muriera hace un minuto, le aguantas la puerta al de atrás.
la verdad es grande.
Bon courage mon pot 😉
Es tanto el frio?
Lo peor no es eso, lo peor es creer que es momentaneo y terminar a los 75 viendo al psycologo para no sentirte tan solo o para olvidar aunque sea por un momento (o por medio de pastillas) que sigues viviendo en 20 m2, que tus hijos no quieren saber de ti y que al final la "retraite" no era tan bonita y menos aun en Paris (basado en una historia real..)
A los veinte – y los treinta tambien- hubiese pasado por todo eso feliz de estar en París……ya a los cuarenta pues ni de vaina me imagino en ese escenario……..
pero sea lo que sea nadie te quitará lo bailao, Vinz. Y no te das cuenta ahora quizás, pero sabrás más adelante que ha valido la pena.
saludos,
Hola Vicente:
Estuve en París hace 2 años, por primera y única vez en mi vida. Cuán diferente es vivir una ciudad como turista a vivirla como un habitante común día a día. Ese contrste incluso lo sentía cuando residía en Ciudad Bolívar y venía a Caracas en breves temporadas de vacaciones.
Por cierto, veo que en el encabezado del blog tiene como fondo una imagen del Aula Magna. Soy profesor en la FAU-UCV.
Me ha agradado mucho tu blog. Te felicito y nos seguiremos viendo.
Saludos.
Hernán.