Vi a Depardieu

Hasta ahora, no había visto a ninguna celebridad en París (tampoco que sea tan importante) pero digamos que al menos entré por la puerta grande.

En la noche del 11 de Octubre, cuando venía caminando por la Iglesia Saint-Sulpice (sí, la del Código de Da Vinci), me tropecé con la estrella. Yo acababa de salir de un curso de Alemán, por lo cual entre los géneros y la gramática andaba algo perdido en mis pensamientos.

Vi un grupo de cuatro personas delante de mí, que siempre es un problema en las estrechas calles de París. ¡Qué fastidio!, -pensé tendré que pasar por la calle, a riesgo de que me pise un autobús. Al acercarme, el primer tipo se me quedó viendo con cara de ‘qué quiere éste’ a lo cual yo puse cara de ‘pendejo, ando caminando por la calle y no es tuya, la calle’ y con el inevitable “pardon”, lo pasé, vi al segundo tipo y, ¡merde!, era Depardieu (Gerard, claro; si fuera el hijo andaría con muletas).

Voltée a ver si andaba con unas supermodelos todas jaladas en coca o dispuesto a una rumba maquiavélica de la jet set parisina, pero nada, andaba con un par de señoras cincuentonas e iban a entrar a un apartamento… De lo más aburrido, pues. Pensé en gritarle algo, “¡eres el mejor Cyrano del mundo!” o algo igual o más idiota, pero para qué, ya a esas alturas andaba por la esquina. El café más cercano se vació instantáneamente cuando la gente se enteró que estaba ahí, y Depardieu se apuró para refugiarse en el edificio.

Pobre tipo… ¡qué vidilla miserable! Y lo peor es que ni siquiera aprovecha con lo de las supermodelos. ¿No les digo yo, que la vida es una ironía?