I.
Existe un discurso recurrente entre los escritores underground/independientes, según el cual la edición en su país está controlada por un grupo elitesco y excluyente que le barre el camino a las propuestas innovadoras. El escritor se precipitará en denunciar que el grupo [inserte nombre aquí] se paga y se da el vuelto, que decide a dedo, según sus criterios del club de los favores (y el jalabolismo), quién es publicado, quién gana algún premio, quién estará a la moda. El segundo paso en este análisis es denunciar lo poco arriesgado que son las casas editoriales, las cuales están motivadas por “el dinero” y perpetúan el “mal gusto” del público, siempre visto como un cúmulo de flojos en busca del último Dan Brown o Harry Potter y renuente a sumergirse en los intentos de literatura experimental. El escritor agregará que él no produce “literatura basura para las masas” y que su trabajo no tiene cabida en su sociedad. Jaque Mate: “si yo estuviera en [inserte nombre de ciudad cultural aquí], mi trabajo sería aplaudido por la crítica y tendría acogida entre el público de [inserte país], no como acá”.
II.
Ahora bien, pocos países tienen más fama de “abiertos a nuevas propuestas” que Francia. El mito del poeta maldito, que consigue la redención en tierras galas (donde sí lo entienden), recorre las venas literarias de América Latina. Existen países sustitutos, claro está, pero no es extraño conseguir a un escritor quejándose de que, “acá la edición se la reparten [nombre del grupo] y por ello yo no publicaré, porque no soy un jalabolas (por supuesto)”. “En cambio, si estuviese en [¿Barcelona?] por supuesto 2, que me leerían y por supuesto 3, que al menos entenderían mi propuesta”.
III.
Mi amigo francés M. consiguió trabajo en una casa editorial pesadísima de París, Editions Seuil. El nivel de M. me impresionó desde el principio, cuando le daba clases de español porque él quería estudiar en la École Normale Supérieure, el templo de la intelectualidad francesa. Su examen consistía en leerse todo el Quijote en español y analizarlo, aparte de una retahíla de poetas aburridísimos. En francés, debía manejar todo Proust y sus críticas, aparte de una retahíla de poetas aburridísimos. También le exigían conocimientos en geografía, sociología y geopolítica. Todo esto a los 20 años.
La École Normale Supérieure es uno de los sistemas excluyentes dizque “abiertos” mejor confeccionados. Situada en una de las urbanizaciones más adineradas de París, el 80% de sus alumnos son egresados de liceos que quedan (por supuesto ¿4?), en la misma calle. Para entrar a esos liceos, debes pasar un examen: no es de extrañar que los que ingresan provienen, en su mayoría, de colegios en el mismo barrio. Para ingresar a esos colegios (públicos), debes vivir en esa urbanización (touché).
Mi amigo no logró entrar, a pesar de su manejo prácticamente cartesiano de un abanico de temas y lenguas diversos. Sin embargo, obtuvo su título en otro lado y, finalmente, consiguió una pasantía en Seuil.
Acá es donde la cosa se pone interesante. M. es solamente el segundo pasante de Seuil que no es egresado de la École Normale Supérieure. El pasante anterior poseía un título de la Escuela Nacional de Administración, de donde egresó Sarkozy y prácticamente todos los Presidentes del país.
De esta manera, M. es el patito feo de la casa editorial, el único que no es, como dicen ellos, “normalien”. Es, como todos nosotros, un anormal (de hecho, nadie se explica cómo consiguió el puesto).
Entonces, los “normales” –convencidos de que son superiores a los demás -escuela “superior”, n’est-ce pas?-, jamás toman en cuenta a los anormales. Ayudan, proponen y hacen campaña por los “normales”, quienes luego serán criticados por los “normales” que escriben en las revistas especializadas, controladas por un Administrador de la Escuela Nacional… Van viendo la película en 3-D.
Lo más patético aún es que, desde su posición en las entrañas de la bestia, ha visto, horrorizado, cómo “la literatura”, ese ente abstracto por el cual vive el escritor independiente del apartado I, es simplemente un criterio adicional de poco peso. Según M., existe una cabecilla que lidera Seuil y decide, de manera vertical y unidireccional, no sólo qué van a publicar, sino cuáles serán las tendencias “del mercado” para este año.
“Es como la película (porque no me leí el libro -aclara), de “El diablo viste de Prada”. Ella decide que, porque Stieg Larsson reventó los récords con Millenium, este año vamos a enfocarnos en novelas policiales, de preferencia escandinavas. Poco importa que tú seas el próximo Borges o que tu novela haga que James Joyce parezca analfabeta, si no estás en la onda ‘policial’ de ese año, te jodiste. Te salen editoriales menores”.
Ahora bien, lo que más preocupa a M. (porque él es un idealista, a pesar de todos mis consejos en tono nihilista) es el poder que tiene esta señora. No sólo poder para decidir qué se impondrá, también poder económico, ya que en Francia no hay agentes literarios. La jefa puede chantajear y amenazar, si la llegan a botar, se retira, llevándose consigo a los 5 escritores más importantes de Seuil a otra editorial.
Así son las cosas en Francia.
IV.
Entonces, ¿qué hacemos los escritores independientes? La respuesta es sencilla: Si te traumatiza esta pregunta, pues no eres independiente nada. Consíguete alguien dentro de una casa editorial que te diga qué tendencia están publicando y garabatea algo poco complicado en ese estilo. Luego ve a los encuentros, bautizos y demás, llena a la gente de comentarios laudatorios, acuéstate con todos los que puedas y seguramente terminarás exponiendo tu pasquín en televisión, con presentadora y demás.
Pero sobre todo, dejen de joder. Dejen de hablar de lo mucho que les “apasiona” la literatura, del “impulso creativo” que llevan por dentro y demás. Disfruten todo el dinero que puedan hacer, llenen sus egos y su autoestima endeble con la gente que los interpelará para decirles que “les encanta” lo que ustedes escriben.
Nosotros seguiremos haciendo lo que nos da la gana. Sí, seguiremos intentando enviar nuestros manuscritos a todos lados, ¿por qué no?, y seguiremos denunciando la falta de criterio de las casas editoriales. Es lo que hacemos, a eso nos dedicamos.
Somos escritores.